Klaus Netzle. Detalle de una de las obras del artista alemán - Gemma Andreu

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Es todo igual. Los mismos personajes para la misma historia, la misma calle, la misma mujer pidiendo en la misma esquina de antes, aquella niña rubia dormida sobre el hombro de su padre, el mismo cigarrillo prendido de los labios del taxista, la misma voz ronca discutiendo con el hombre del traje de rayas, el mismo olor a polvo, el mismo movimiento de muñeca para observar la esfera del reloj –las 8.46–, el dedo índice señalando lo alto del mismo edificio, el mismo ruido, el mismo extraño sentimiento de estar en un fotograma de película de ciencia-ficción, las llamas, una mujer gritando, los mismos alaridos, la misma incredulidad… Y despertar con la misma cara, la aterrada cara de siempre y la misma sensación de vacío. Y así sigue siendo todos los días –doctor–, todos los malditos días desde aquel 11 de septiembre del año en que comenzaba el siglo.