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Cuando vertemos una gran cantidad de líquido por el extremo amplio de un embudo, obligamos a ese fluido a unas presiones y turbulencias imprevistas, pero que inevitablemente terminarán en ordenada fuga por el otro extremo, perfilando así un delgadísimo hilo de líquido.

Cuando escribimos microrrelatos también hacemos gran acopio de información y contenidos que habrán de transitar por los diversos métodos compositivos hasta la concreción final. Es decir, una vista panorámica para precisar el detalle; la vastedad del paisaje para fijar la exquisitez de la síntesis literaria. Pero no es tan fácil. La clave está en el método de ir anudando las palabras… Podemos ser subjetivos con visión poética (lírica o épica), con trato distante o íntimo, etc. Y todo aderezado con la expresividad propia de cada autor. Eso, y no otra cosa, hará de ese microrrelato algo propio y único.

"Dedícame un minuto", parece que dice la voz en off del cuentista de microrrelatos mientras nuestros ojos comienzan a leer el título. Lo que narra el microrrelato es pura miniatura en comparación con la novela. La densidad se transforma en fluidez sin perder, paradójicamente, su consistencia. En la una las palabras son herramientas y pueden ser, o no, parte del cuerpo del relato; sin embargo, en el otro son el instrumento por antonomasia y parte indefectible de él, de su trama, en un trabajo de orfebrería de palabras donde nada es superfluo -ni siquiera la puntuación y el espaciado- y donde lo innecesario ya está eliminado de fábrica. Con cada palabra el microrrelatista intenta pulsar un mecanismo certero que trabe al lector con su brevedad y su eficacia.

Hay que entender que aunque sea breve, no quiere decir que sea una historia en embrión. Es algo concreto, corto, pero completo; y, como dice algún estudioso, cada palabra cuenta, pero en el sentido doblemente literal: cuenta porque es una más de las 20, 50 o 200 palabras del texto, pero también "cuenta", es decir, "narra". La precisión es necesaria, pues se deben encontrar las palabras exactas que hagan el texto eficaz a la vez que económico (hablo de rendimiento).

Efectivamente, esa lectura puede durar escasamente un minuto. La consumición es rápida, dada su extensión, pero no así la digestión cabal de la línea argumental que se despliega con esa escasez de medios. A menudo, se exige una relectura detallada y volver una y otra vez al título para alcanzar la degustación plena, la auténtica comprensión y, tal vez, la reflexión. De alguna manera, un microrrelato nunca acaba. El placer de leerlo se asemeja al mismo deleite que experimentamos cuando asimilamos un poema. Es posible que sepamos su desenlace por tantas veces leído o escuchado; sin embargo, la complacencia que produce la condensación de las ideas es suprema. Puede que sea este el único punto de encuentro con el poema, aunque a veces se acerca mucho a la prosa poética, pues en ese afán del escritor por alcanzar la eficacia, implica toda su sensibilidad y sentimiento. Francisca Noguerol sostiene, refiriéndose al microrrelato:

...tras una prístina y engañosa transparencia hay un laborioso trabajo de sonidos y silencios, de lazos internos superficiales y profundos que despliegan una textura similar a la poética.

Abundando en lo anterior, convendría detenerse en el epígrafe que precede al relato; es decir, en ese rótulo que lo inicia, pues esa palabra o frase es fundamental y parte misma del microrrelato. A menudo ocurre que un título es meditado y cambiado por el autor, o lo incluye en el meollo del relato, o lo permuta por una palabra que estaba en su interior –acción que de por sí ya indica labor efectista y recalca que es parte del todo que representa. Esto es debido a que el título, del mismo modo que las palabras de las sacerdotisas de la antigua Grecia, no debe ni revelar ni ocultar, sino transmitir -no al ojo: al espíritu del lector- lo que le quiere participar. Que ese título se convierta en punta del iceberg, santo y seña, estandarte del microrrelato. Por eso debe ser bien escogido y con tal primor, que sea epifanía, que para siguientes lecturas evoque por sí solo el contenido de la micronarración.

Continuará...