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La precisión y la objetividad son dos premisas muy importantes en todo quehacer informativo, siempre que los medios quieran ganarse la confianza de su público y mantener elevada su credibilidad profesional. Y en el caso del periodismo de agencia, la exigencia de las citadas premisas es algo sencillamente fundamental e imprescindible.

Al servir a medios de diferentes ideologías, las agencias tienen que esmerarse al máximo en la elaboración de su material informativo; en sus noticias y crónicas tiene que cuidarse escrupulosamente el lenguaje, la precisión y comprobación de los datos, y el tono objetivo en el propio relato de las informaciones que suministran.

Para mejorar su formación, sería aconsejable desde luego que los periodistas más jóvenes tuvieran la oportunidad de trabajar en una agencia informativa. Se aprende -y se progresa- mucho. Así, en poco tiempo suelen dominarse dos cuestiones clave del oficio periodístico que aparentemente son fáciles y que, no obstante, muchas veces sólo presentan dificultades al redactor: Acertar, dar en el clavo, a la hora de titular y redactar entradillas que capten desde la primera línea un vivo interés en el lector, que le enganchen a la lectura de la información, la crónica o el reportaje que se haya redactado.

De todos modos, nunca conviene precipitarse ni mucho menos pretender colar goles al jefe o director de turno. Al respecto, valga la siguiente anécdota ocurrida hace muchos años en un diario cuya identidad sin embargo no revelaré. En Francia se celebraban elecciones legislativas y al término de las votaciones las informaciones de agencia anunciaron una cómoda victoria para la derecha, para Georges Pompidou, si bien anotaron igualmente que los partidos de izquierda habían mejorado sus resultados en relación a los comicios anteriores. Ni corto ni perezoso, el redactor jefe que había asumido la elaboración de las páginas de esa jornada electoral, un profesional de reconocida experiencia, optó por titular a cinco columnas: "Avanza la izquierda en Francia". El director, que esa noche se marchó a su casa sin molestarse en revisar las mencionadas páginas, a la mañana siguiente montó en cólera contra el autor del inesperado titular. El clima de desconfianza originado fue tal que a los pocos meses se le rescindió el contrato laboral al redactor jefe. [Curiosamente, el periodista defenestrado cubrió años más tarde con gran solvencia la corresponsalía en Washington para un importante rotativo nacional].

Este hecho daría pie para abordar la cuestión del posicionamiento ideológico de los periodistas en sus respectivos medios. Conozco bien a los protagonistas del incidente aquí relatado y puedo asegurar que las discrepancias en este terreno entre director (de derechas) y redactor jefe (de izquierdas) eran más que evidentes. El choque entre ambos estaba cantado. Mas no quiero desviarme del asunto que hoy me ocupa: Las agencias informativas, en razón de la diversidad de sus abonados, son medios cuya imparcialidad profesional tiene que manifestarse a diario sin desmayo. En consecuencia, es lógico que las agencias reclamen a sus redactores una actitud de máxima objetividad en su trabajo cotidiano. Una premisa cuyo cumplimiento posee más mérito si cabe cuando se trata de agencias de titularidad pública.

Y a propósito de agencias públicas y privadas, la naturaleza de su propiedad es otro factor decisivo a la hora de ofrecer determinadas informaciones. En este sentido, bueno será recordar el papel desempeñado por las agencias privadas que se implantaron en nuestro país a partir de los años de la transición democrática. Una de las pioneras fue Colpisa. No obstante, el expediente de extinción de contratos presentado por el grupo Vocento, su actual propietario, puede escribir un triste final para esta agencia, enésima víctima de la crisis que dejará en la calle a sus 27 empleados si el próximo día 7 la plantilla no acepta una reducción salarial y el recorte de derechos laborales. Peligra así una plataforma que paradójicamente hizo gala de un estilo inconfundible en el periodismo de agencia; y prueba de ello es que su riguroso planteamiento profesional fue adoptado posteriormente por otras agencias privadas.

El estilo Colpisa ha marcado una etapa muy fructífera en el periodismo español. Colpisa pudo trabajar desde su salida sin la presión del poder político y de los poderes fácticos, y en su plantilla contó con periodistas muy documentados que acudían a fuentes de gran solvencia. Manu Leguineche (el respetado y admirado jefe de la tribu de enviados especiales) estuvo en el equipo fundador y fue su primer director, pero sus frecuentes viajes para cubrir los principales conflictos bélicos internacionales hizo que la responsabilidad del día a día de la agencia recayera en su redactor jefe, Fermín Cebolla, periodista que actualmente dirige una agencia de información gráfica.

La crónica parlamentaria cobró a través de Colpisa una innovadora dimensión periodística, muy valorada por una ciudadanía ávida de información para conocer cómo evolucionaba la transición y escudriñar el futuro político. Ya desde sus primeros años, Colpisa proporcionaba gran cantidad de datos muy valiosos que no se hallaban en las informaciones de la estatal Efe. José Oneto, Amalia Sánchez Sampedro y Pilar Cernuda fueron tres reconocidos expertos en el campo de la información política de la época. Pero en aquellos años tuvo asimismo enorme peso informativo la crónica laboral (valga citar que Mariano Guindal se convertiría en uno de sus mejores especialistas). Los conflictos laborales y las negociaciones de convenios dejaron de ser un tema tabú y generaron un material informativo de mucho interés. Las actividades de asociaciones empresariales y centrales sindicales tuvieron una creciente plasmación en los medios y ello propició otra vía de normalización y mayoría de edad una vez superada la dictadura franquista.

Colpisa fue también la agencia pionera en la difusión de las colaboraciones de un grupo de conocidos articulistas (en ella se estrenó el escritor Francisco Umbral antes de publicar sus columnas en "El País" y "El Mundo") que conformaban un plural y enriquecedor abanico de opiniones sobre las diversas situaciones y cuestiones que deparaba la actualidad periodística en la nueva España. Las agencias nacidas en los años siguientes también optaron por suministrar columnas de opinión a sus periódicos abonados. Los lectores del "Menorca", por ejemplo, cuentan con los columnistas de OTR-Press.

La intensa actividad desplegada por Colpisa vino a confirmar, a la postre, que la opinión pública demandaba algo elemental en todo régimen democrático: Exigía la mejor información y el análisis más fiable sobre la realidad política y social del país, y no se conformaba por supuesto con la versión interesada -y muchas veces edulcorada- de esa realidad que se difundía desde el poder.

No creo, en fin, que emita un juicio exagerado si afirmo que la democracia española tiene pendiente una deuda de reconocimiento hacia el periodismo de agencia.