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Proliferan los comunicados y las ruedas de prensa. Si me permiten expresarlo con claridad y sencillez, hoy todo el mundo difunde comunicados y todo el mundo convoca ruedas de prensa. El problema es que la profusión de notas y convocatorias informativas ha derivado finalmente en su propia devaluación, al menos para muchísimos medios.

El lector recordará como al reimplantarse la democracia en nuestro país los partidos políticos y sus líderes emprendieron una frenética actividad para propagar sus idearios y sus proyectos ante una ciudadanía cada día más exigente a la hora de recuperar la libertad secuestrada por la dictadura. Las ansias de contactar con la opinión pública llevó a la creación de numerosos gabinetes de prensa, órganos que florecieron de forma espectacular al contagiarse la fiebre comunicadora entre las instituciones de gobierno; una tendencia que muy pronto se abrió paso entre un variopinto abanico de organizaciones económicas, sociales, culturales e incluso deportivas. Con la entrada en servicio de estos gabinetes de comunicación, que vale anotar han proporcionado empleo a miles de periodistas, se asistió al consiguiente incremento de la producción informativa. Hasta el punto que ha habido épocas de una desbordante saturación que a la postre ha dificultado la consecución de los objetivos perseguidos por tales gabinetes.

Al exceso de comunicados hay que sumar el exceso de ruedas de prensa. Con el problema añadido de que en muchas oficinas de prensa sus directores en vez de propiciar la transparencia informativa han optado paradójicamente por transformarse en un escudo protector de los intereses de los jefes a quienes sirven. No siempre se facilita el trabajo a los periodistas. A modo de ejemplo, valga el siguiente: Un jefe de prensa avisa por internet a los medios que "esta tarde, a las cinco, se celebrará una rueda de prensa de nuestro presidente para exponer las últimas gestiones realizadas sobre transporte aéreo" [que a veces ni siquiera se indica el motivo concreto de la convocatoria]. Los redactores que acuden a la cita normalmente tienen ocasión de formular cuantas preguntas consideren oportunas, pero salta la sorpresa: Se les oculta que se trata únicamente de una comparecencia del presidente Equis ante la prensa, no de una rueda de prensa, y por tanto no se admiten preguntas de los informadores.

A propósito de este tipo de situaciones, hace unas semanas fue noticia el hecho de que TVE haya decidido incluir una insólita precisión en su libro de estilo: En los telediarios se advertirá al telespectador cuando una determinada información procede de una comparecencia de algún personaje ante la prensa y no de una rueda periodística. Me parece que la adopción de esta iniciativa es muy acertada por cuanto implica una firme defensa de la dignidad profesional del periodista. Porque debe reconocerse que en este terreno ha habido una excesiva tolerancia y docilidad por parte de los medios de comunicación. En ocasiones se ha tenido que tragar con situaciones rayanas en el servilismo y bien está que se intente acabar con ellas de una vez por todas.

Para los casos en que una rueda informativa no sea tal y pretenda colarse una mera comparecencia, mi sugerencia sería tajante: Avisar al jefe de prensa de la entidad convocante que si lo desea puede enviar un comunicado por internet a la redacción, agradecerle educadamente la invitación y abandonar la sala no sin antes despedirse del compareciente con un cordial ¡adiós muy buenas!