No disfrutamos de mayor bienestar familiar ni social en Balears. La calidad de vida de las familias y las condiciones laborales no han mejorado, a pesar de que sea una realidad el pleno empleo durante la mayor parte del año y de que también en 2023 las empresas hayan cosechado magníficos beneficios.
A UGT no le puede complacer una vorágine económica y laboral que consume y agota las vidas de las mayorías sociales, a las que se les priva de un derecho tan básico como el del acceso a una vivienda a precio asequible. Si las personas no se pueden pagar un techo, se diluye el éxito de una tierra que lleva dos años acumulando los mejores datos económicos de su historia. Se está construyendo una sociedad de intensas desigualdades, en la que, cada vez más, disponer de propiedades familiares empieza a marcar diferencias exageradas: con idéntico sueldo se puede malvivir o vivir desahogadamente.

El drama social de la vivienda no puede eliminarse de una estampa en la que Balears, mes tras mes, reduce el desempleo a mínimos y va sumando récords en el número de personas con trabajo, ahora estable, gracias a los más de dos años de vigencia de la Reforma Laboral, lograda tras años de protestas de los sindicatos UGT y CCOO.

2023 superó a 2022 como el mejor año laboral de la historia de las islas con una media de 607.275 personas ocupadas y 70.700 paradas, lo que deja una tasa anual de paro del 10,5 por ciento, según datos de la Encuesta de Población Activa. Son números nunca antes vistos en una comunidad en la que persisten las brechas entre mujeres y hombres, aunque distintos logros del diálogo social, como la subida del salario mínimo o el nuevo marco normativo, hayan provocado un descenso de las discriminaciones laborales de género durante el año pasado.

Recuperados del todo de la parálisis económica en la que nos sumió la pandemia, la temporada turística se ha ido prolongando prácticamente hasta los ansiados diez meses en muchos de los destinos de Balears. Esto ha provocado que, desde abril del año pasado, sean en torno a unas 30.000 las personas desempleadas registradas en las oficinas de empleo. Este año se ha adelantado la campaña turística y como la Reforma Laboral convirtió miles de contratos temporales en fijos discontinuos, incluso, este enero, el número de personas paradas no ha revelado el tradicional parón invernal.
Estas islas de enormes contrastes nos dejan un panorama tremendamente preocupante e injusto. Con una actividad económica a pleno rendimiento que obliga a las plantillas a sufrir fuertes ritmos y cargas de trabajo, la siniestralidad laboral se dispara —21 personas fallecieron en 2023 en accidente de trabajo—, y la desigualdad social no se revierte lo suficiente. Cierto que desciende un punto la población balear en riesgo de pobreza, pero más del 20,6 por ciento está en riesgo de exclusión social y la vivienda asfixia al 15,8 por ciento de los residentes, que reconocen, al Instituto Nacional de Estadística, afrontar sus pagos con retraso.

La otra vuelta de tuerca del alto coste de la vida y de la vivienda en el archipiélago conlleva riesgos para su competencia económica y para la atención y calidad de sus servicios públicos. Escasean profesionales en numerosos sectores porque la que fuera tierra de oportunidades ha dejado de resultar atractiva para buscar un futuro, para construir una vida, una vida a la que se le niega el pilar básico de bienestar que representa la vivienda.

Las luces de Balears nos dejan unas islas paradisiacas en las que hoy por hoy hay pleno empleo; las sombras, un lugar donde cada día es más difícil creer con certeza e ilusión en la igualdad de oportunidades.l