Brindó, de este modo, Nadal por su victoria 70 en un torneo hecho a su medida, por la ubicación y la superficie. Sobre polvo de ladrillo y a nivel del mar, su juego se vuelve indescifrable.
Su saque gana mordiente y su derecha más variantes al concederle la pista más tiempo para tejer su estrategia. Ante Dimitrov la premisa fue atacar su revés a una mano, castigarle con las alturas y aguardar una bola oportuna para cerrar el punto con su 'drive'.
Así enfiló Nadal su enésima victoria en Montecarlo, algo más trabajosa de lo que se intuía en la apertura del envite, cuando el mallorquín se colocó con un favorable 4-1, camino de su duodécimo éxito en trece embates ante el búlgaro.
Perdió tino, sin embargo, los siguientes tres juegos después de su intachable puesta de largo ante Roberto Bautista (6-1 y 6-1).
Dimitrov se corrigió y anunció el comienzo de una nueva batalla, con 4-4 en el momento decisivo del set. Entonces Nadal volvió a gobernar el duelo. Aseguró su saque y cerró el parcial al resto (6-4).
El partido estaba ya irremediablemente del lado del español, ataviado con una llamativa camiseta de color azul, con un ribete blanco y naranja en el cuello y las mangas, a juego con el pantalón, las muñequeras y su tradicional bandana.
Once veces triunfador en Montecarlo, Rafael Nadal siguió madurando su puesta a punto, porque así lo dicta un mes de inactividad, desde su retirada en semifinales de Indian Wells.
Próximo rival
El definitivo 6-1, su vigésimo tercer set consecutivo en Montecarlo, le situó en cuartos de final, donde le aguarda el argentino Guido Pella. Solo Roland Garros, con 86 victorias, queda por delante como terreno más fértil para el balear.
Este viernes, ante un adversario primerizo en los cuartos de final de un Masters 1000, Nadal perseguirá su victoria 71 en la otra catedral de la tierra batida.
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