Hace unos diez días se jugó en Vitoria la Copa del Rey de basket, sin duda el acontecimiento baloncestístico más relevante de nuestro país. Ya saben que la ganó el Barça con relativa comodidad tras un primer partido vibrante donde venció, tras dos prorrogas, al Madrid.
No quiero analizar la Copa porque ya se ha hecho muy bien por diferentes comentaristas deportivos, además semana y media en tiempo deportivo es una eternidad y ya no es noticia.
Si la menciono es porque me han llamado la atención unos cuantos datos relevantes que dicen mucho de cómo se encuentra el mundo de la canasta en estos momentos.
Observando los cinco iniciales de los ocho equipos clasificados uno se da cuenta que pocos jugadores llevan en su club más de tres temporadas. Si exceptuamos al gran capitán Navarro y sus quince temporadas en el Barcelona, al que podríamos añadir a Sergi Llull con siete en el Madrid y San Emeterio con seis en Caja Laboral, la mayoría de jugadores llevan apenas uno o dos años en sus clubes, es decir casi todos están de paso, destaca por ejemplo el cinco inicial del CAI donde todos, menos Pablo Aguilar, debutan esta temporada con el club. Imposible estabilizar nada, todo en precario.
Otro dato relevante es que quitando una vez más a Navarro, a Llull, a Rudy y poco más, los mejores jugadores españoles no estaban en Vitoria porque juegan en la NBA, véase los Gasol, Calderón, Riky Rubio, Ibaka, Claver, es decir fuga de talentos en toda regla.
Por último mencionar la tristeza que me produce ver al Estudiantes clasificado para la Copa, (a pesar de que como buen Atlético mi club de básquet siempre fueron los colegiales), cuando era un equipo que deportivamente tenía que haber descendido, y por contra ver la desaparición de nuestro Menorca básquet cuando deportivamente se había ganada el ascenso.
En resumen, queridos lectores, tres datos que definen como está el baloncesto nacional: precariedad laboral con alta rotación de jugadores, fuga de talentos a países con más oportunidades, y ruina económica de algunos clubs que desvirtúan la competición, lo que se gana en las canchas se pierde en los despachos y viceversa. A todo esto le podemos sumar una patronal de la ACB cuanto menos torpe y oxidada que no ha sabido adaptarse a las circunstancias buscando más el beneficio personal que la mejora de todo el baloncesto.
Alguien podría decir: "oye que todo esto no se da sólo en el mundo de la canasta", y tendría razón, pero hoy, siendo conscientes de que todo es precario, tocaba hablar de baloncesto.
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