Durante estos días asistimos a una avalancha de mensajes navideños protagonizados por los deportistas más mediáticos de nuestro país.
Aparecen destrozando algún villancico, o con una copa de cava en la mano y un fondo de adornos subidos de color, deseándonos lo mejor para todos. Algunos incluso organizan pachangas deportivas cuya recaudación irá destinada a algún fin benéfico. Otros son utilizados por las marcas comerciales para realizar anuncios cargados de azúcar con la intención inequívoca de vendernos algo. Se prodigaran a través de todos los soportes conocidos, radio, televisión, prensa, Internet, para soltarnos alguna parrafadita cargada de buenas intenciones y deseos. Bien está, no molestan a nadie, que les escuche o les mire el que quiera.
La contradicción ante semejante despliegue viene cuando nos hacemos la siguiente pregunta: ¿que hacen el resto del año?, ¿donde está la implicación social de la mayoría de ellos?
Que nadie se equivoque, no hablo de una implicación política, soy el primero que cuando acude a un acto deportivo lo hace para desconectar, para disfrutar del ocio en compañía de amigos. Por lo tanto que nadie mezcle temas, no comparto la idea de convertir los estadios deportivos en altavoces de partidos o ideas políticas interesadas, lo que para mi supone una tremenda equivocación, que este punto quede bien claro para que nadie se lleve a error. Últimamente se ha de hilar muy fino porque las sensibilidades están a flor de piel.
De lo que hablo es de la implicación social de las grandes estrellas del deporte. De sentirse miembro de una sociedad, de sentir y conocer los problemas que afectan a sus conciudadanos, de aprovechar su repercusión mediática para contribuir a la mejora de su sociedad, con un compromiso ético y moral.
Cierto es que algunos se implican durante todo el año en proyectos sociales aportando su imagen o dinero a distintas fundaciones o ONGs, pero muchos de ellos se limitan a no opinar de nada que les pueda traer problemas con sus patrocinadores, que condicione una imagen neutra y casi celestial distanciada de cualquier postura comprometida, o que le limite sus ingresos por publicidad, es lo que hay.
El guaje Villa no olvidó sus raíces y se mojó públicamente para estar al lado de los mineros de su pueblo cuando se encerraron para defender el futuro del sector y cuando realizaron la marcha negra a Madrid. El Guaje tocó de pies en la realidad y se lo debemos reconocer, ya lo hicimos en otro artículo.
Se que hay más casos como el del asturiano, pero no son mayoría. Los deportistas de elite no están por encima del bien y del mal, y uno como amante del deporte echa en falta un compromiso más generalizado.
Por lo tanto, queridos lectores, pongamos cada cosa en su sitio: a los deportistas de elite que no se implican ni lo más mínimo socialmente, tomémoslos como lo que son, grandes deportistas que nos hacen disfrutar sin duda, pero no son referentes de absolutamente nada por más ricos o guapos que sean, o por más que se acicalen para desearnos Feliz Navidad.
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