Después de un proyecto de cuatro años lo único que uno puede tener en el momento de la despedida son palabras de agradecimiento para la directiva que ha hecho posible que estuviera aquí, jugadores por su confianza y complicidad y afición por su apoyo y seguimiento a lo largo de estos cuatro años.
El último partido juntos ha sido un cúmulo de sentimientos, de recuerdos vividos y de despedidas emotivas que te hacen recordar los comienzos y los momentos buenos y malos que han hecho que acabáramos siendo una familia unida entre directivos, jugadores, afición y cuerpo técnico.
Recuerdo la primera reunión entre Mario Wolstein, Juan Ortega y un servidor, en la que rubricamos el acuerdo para incorporarme al Villacarlos, una oferta por su parte por tres años que creí conveniente rechazar, para proponerles que me ficharan por un año y me vieran trabajar y renovar si les gustaba mi trabajo. Cuando terminas la reunión y estrechas la mano de dos personas tan serias, te das cuenta de adonde llegas y sabes que vas a ser feliz y que podrás trabajar con tranquilidad.
El primer año fue muy duro, hacerte cargo de un equipo que venía de un descenso de Tercera, donde muchos jugadores se habían ido, unido a los miedos de los que estaban, hizo que tuviera que buscar un camino de recuperación sobre todo mental, donde volvieran a disfrutar del fútbol y conseguir que perdieran el miedo a ganar; fue un camino difícil. Hubo que centrarse en referenciar mucho al equipo, mucho trabajo pautado ofensivo y defensivo para que cada uno tuviera claro las cosas que tenía que hacer en el trabajo de ataque y defensa, en la estrategia y en cada situación del juego. Una nueva forma de entrenar para ellos, algo que para muchos jugadores fue difícil pero que, sabiendo combinarlo todo con balón, hizo que el proceso fuera más ameno.
Prescindiendo un poco de la preparación física, centramos al equipo en una referenciación y sobre todo en la recuperación mental para que volvieran a disfrutar del fútbol. Todo ello unido a trabajar todo con balón (siempre les decía que no es necesario correr por tancas o por playas o ponerse a saltar vallas) poco a poco conseguimos que avanzada la temporada el equipo empezara a funcionar, a base de pequeños objetivos, algunas promesas (como la de afeitarme la cabeza) y a las ganas y la ilusión del equipo, junto con el apoyo de los directivos que no desesperaron mientras no llegaban los resultados. Fue muy importante, fueron ellos, los directivos, los que más tranquilidad nos daban, base fundamental del resultado final.
El segundo y el tercer año fueron años de crecimiento, conseguimos que el equipo se metiera arriba y pudiera luchar por todo y la suerte cayó de nuestro lado el tercer año con la consecución del título liguero, con una base de trabajo ya realizada el primer año, y con la forma de entrenar; a jugadores del pueblo que jugaban fuera les hacía ilusión volver y, con una base ya cohesionada, a cualquier jugador que llegara le era fácil adaptarse a una pauta, a unas referencias, a un estilo de entrenamiento que les hacía disfrutar y, al mismo tiempo, tener opciones de luchar por todo. El éxito de esos dos años no ha sido solo la consecución de un título, sino también unas premisas marcadas por la directiva de deportividad y respeto. Una de las cosas de las que más orgulloso me siento es de haber recuperado para el Villacarlos un poco el cariño del colectivo arbitral, que a nivel particular me decían: "Has conseguido que los árbitros queramos ir a arbitrar a Villacarlos ya que antes muchos lo evitaban".
Este último año, con el título del año anterior, nos hemos centrado en preparar el equipo para un nuevo ciclo, con la recuperación de muchos jugadores del pueblo, algunos de vuelta de otros equipos, pero sobre todo jugadores que venían del F7 o inactivos y, con un comienzo dubitativo, ha sido un año mucho mejor de lo esperado. Salvando al Peña, intratable, hemos sido capaces de estar a la altura del otro favorito, Norteño, y la distancia sobre el cuarto nos hace ver que, pese a quedar terceros, ha sido una muy buena temporada. El Peña y el Norteño, se han repartido todos los títulos y honores, a nosotros nos ha quedado ser el único equipo que ha hecho una segunda vuelta sin derrotas, con seis de los nueve partidos con puerta a cero, y en nuestros enfrentamientos directos con los dos grandes saldados con una sola derrota.
En el Villacarlos queda una gran base de jugadores que le dará muchas alegrías al Club, al que todo el pueblo tiene que arropar para seguir siendo un club referencia dentro de nuestra Isla.
Se me quedan muchas cosas por decir, muchos sentimientos por mostrar, pero de momento tampoco he pensado en escribir un libro. Lo que sí tengo claro es que "de bien nacido es ser agradecido" a toda la Junta directiva, que me han cuidado y apoyado, a los jugadores, los cuales sin ellos nada es posible, al pueblo de Es Castell por hacerme sentir uno más, y personalizando un poco, al señor Arturo y Señora, que se han convertido en mis "papis" adoptivos, a los amigos de "San Mamés" que han sido mi familia, pero sobre todo, a Emilio, Luisen, José Luis y Chus, que han sido mis apoyos en la dirección de los equipos, también a mis delegados y fisios, y cómo no… al jefe de todo: Calvo, que es el que maneja el cotarro. A todos, Gracias.
¿Mi futuro? Bueno, de momento lo único que tengo claro es que me quedo en Es Castell, aquí he comprado mi casa, he hecho amigos, y más o menos como todos, de vez en cuando consigo trabajo. Aquí soy feliz y, después de dieciséis temporadas entrenando ininterrumpidamente, espero tener la oportunidad de seguir haciendo lo que me gusta, entrenar, y seguir aprendiendo en el día a día.
Me despido de todos con mi última frase, en mi última charla, en mi último partido en el At. Villacarlos… "Me siento muy orgulloso de vosotros, siempre seréis mis niños; termina una etapa, pero nunca se sabe dónde se unen los caminos; pero sabed, que en el camino de la vida, en mí tendréis a un amigo".
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