momentos. Olmos cogió la moto para celebrar la victoria

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Un inconfundible olor a ACB se abrió camino ayer tarde por las inmediaciones y el interior del Pavelló Menorca. Se trata de un aroma festivo, alegre que contagia a quien lo aspira. En Menorca se conoce esta fragancia seductora porque la exhaló toda la afición durante cuatro años hasta embriagarse en alguna que otra ocasión con encuentros que el paso del tiempo no borrará jamás.

Y ayer la cita terminal entre el titular del templo deportivo isleño y el Socas Canarias La Laguna reunía ya las conocidas connotaciones de la categoría superior, es decir: prácticamente todos los asientos cubiertos en las gradas, vips en el palco, atmósfera de las grandes ocasiones y ruido (insoportable, en muchos momentos), muchísimo ruido. Fue un test de riesgo elevado con vistas a la madre de todas las celebraciones que puede aparecer en apenas dos semanas si la calidad y la lógica acaban imponiéndose al Ford Burgos, el equipo escondido en este play off.

A este feliz ensayo general para el reencuentro con la ACB contribuyó de manera especial Alejandro Martínez. Educado con su felicitación al cuadro menorquín tras el partido este canario –paradojas de la vida– fue el mejor aliado del ViveMenorca para provocar el envoltorio ideal en contra de su equipo en el choque definitivo.

A Martínez se le fue la mano (o la lengua) al quejarse de la supuesta dureza defensiva de su rival el pasado miércoles para alentar a sus aficionados y buscar una mayor protección arbitral. Podía haberlo dicho de muchas maneras, pero quizás eligió la peor sin medir las consecuencias: tenía que volver a Menorca.

Así, el entrenador canario no pudo centrar las iras de la grada en sí mismo, a pesar de las pancartas alusivas que le tenían ayer como casi única diana. Sus jugadores también sufrieron la carga hostil de la afición y, como personas que son, la acusaron. "Alejandro Martínez, el llorón", "bàsquet sí, nenazas, no", "Alejandro Martínez, puedes llorar y mentir pero aquí no te va servir" fueron algunas de las frases alusivas en las telas confeccionadas por los seguidores menorquinistas.

Alejandro, a quien acompañaban decenas de trompetas tras él en los tiempos muertos para dificultar su comunicación con los jugadores, aguantó estoico la que se le vino encima, y fue el primero en felicitar a Paco Olmos al término del encuentro y abrazarse con otros miembros del staff mahonés. Hizo bien, en lugar de abrir otra guerra visto el triste resultado de la que él mismo alentó.

La fiesta continuó en la grada tras la victoria. Los jugadores regresaron a la pista e incluso Turner no dudó en exhibir sus cualidades para la danza junto a los animosos miembros de la Penya Forera. La celebración debe continuar en un máximo de dos semanas, o quizás unos días antes. No lo duden.