Miguel Juan Urbano
Lamont Randpolf, Sitapha Savane y Chris Moss han sido los americanos que más grato recuerdo han dejado en Menorca desde que el club alcanzara el profesionalismo hace ya tres lustros. El primero ejemplarizó la estampa de un profesional íntegro en aquel partido en Córdoba en el que vomitaba en los tiempos muertos pero seguía en la pista pese a incubar un proceso gripal. El segundo, senegalés procedente de la Armada yankee, encandiló por su poderío físico en la cancha, su estampa atlética y su proximidad con la afición. Russel Millard, aquel pívot blanco que hacía de todo y todo lo hacía bien, o Everet Stephens, un lujo para la vista por su maravillosa técnica, recogieron merecidos parabienes durante sus fugaces estancias en la Isla, pero sólo Chris Moss ocupa un lugar destacado en la historia del Menorca Bàsquet.
El americano perfecto
20/01/10 0:00
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