El público habla. Se pudieron ver, como de costumbre, algunas pancartas en las gradas

TW
0

María Álvarez
A las diez y media de la mañana, una larga cola de aficionados se vislumbraba frente a la taquilla del Pavelló Menorca, para adquirir las últimas entradas. Y es que ayer en Bintaufa no cabía un alfiler. Nadie quería perderse la visita del Real Madrid, ni el regreso del hijo pródigo, Sergi Llull. Nadie quería perderse la victoria del ViveMenorca, en la que muchos creyeron, a pesar de tener enfrente a uno de los equipos más importantes de Europa. El mejor regalo de Reyes no pudo ser y el equipo de casa no se llevó el triunfo. Pero los 5.350 espectadores que desafiaron al frío propio de la estación que nos ocupa, sí recibieron un regalo.

Antes de ocupar sus asientos, el público tiene la costumbre de permanecer de pie y observar a los dos equipos mientras realizan el calentamiento previo. Ayer inevitablemente las miradas se desviaban hacia la zona rival y hacia las estrellas que conforman el Real Madrid. Ricard Casas tuvo una aparición discreta. Llegó, miró y... se sentó a revisar sus notas: un papel que esconde en el bolsillo interior de su chaqueta, cabizbajo, concentrado. Partido importante, sin duda. Joan Plaza parecía tranquilo. Apenas se levantó de su asiento, lo justo para recibir una técnica que enloqueció al público congregado.

Y José Luís Sintes. Trata de ser el último en ocupar su puesto en el palco -quizás para no adelantar demasiado el sufrimiento-, antes de sentarse, saluda, pero su mente ya no está por las felicitaciones del nuevo año, ni para comentarios de alguno que se le acerque. Cuando el partido da comienzo, Sintes no ve más allá. Y, a pesar de la derrota, el regalo fue poder ver de nuevo una lucha de titanes en la Liga más importante de Europa. "Esperaremos al Madrid el año que viene" pensaría más de uno.

Las banderas de Menorca que ondeaban al ritmo del himno 'Un senyor damunt un ruc', hicieron palpitar, una vez más, a cinco mil corazones. Y en las gradas, gente variopinta sujetaba con orgullo bufandas con la palabra 'Compromiso' bordada con los colores locales. Un misionero menorquín, todo un ejemplo a seguir, Manolo Bonet, estuvo allí. Como también lo estuvieron los padres del 'capitanísimo' Mario Stojic. Quizás por eso el croata señaló al cielo antes de pisar la cancha. Felipe Reyes se santiguó. Manías de estrella. Si pudiera, Bud Eley jugaría con una toalla enrollada en su despejada cabeza, y Markota, qué decir. Le favorece la toalla de 'Coca-Cola' con la que se calienta las piernas en el banquillo.

La ovación se la llevó Sergi Llull. Demostrado está que en el Madrid no le quieren dejar escapar y en Menorca nos sentimos orgullosos. Ovación por ser parte del 'cinco' inicial, ovación al cambio y gran ovación tras realizar la jugada del partido. Ese mate estratosférico que arrancó el aplauso de la afición rival. Inaudito, pero merecido. Al acabar el encuentro, el menorquín atendió a los medios, saludó al presidente Sintes y a todo aquél que se le acercara, porque es todo un caballero. El autobús del equipo blanco le esperaba afuera. Pero el jugador subió al autocar y volvió a bajar, despidiéndose. "Yo me voy con mi familia", pareció decir, y así lo hizo.

Era complicado querer salir victorioso de este encuentro y afrontar con mejor cara los dos partidos consecutivos fuera de casa. Pero, con todo, la jornada de ayer tuvo mucho de especial. Ver como el equipo juega de tú a tú contra los grandes siendo competitivos, es lo que nos hace valorar quiénes somos y hasta dónde hemos llegado. Por supuesto, la historia se repitió y el Madrid sigue sin salir derrotado de Bintaufa.