Carl Lewis, Rafael Nadal, Nadia Comaneci y Serena Williams en la barca en la que el balear portó la llama olímpica. | YOAN VALAT

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Cuando todos daban por perdida una desconcertante ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París en la que la lluvia agrandó el caos, apareció él. Un héroe en España, un icono en Francia nacido en Manacor. La silueta de Rafael Nadal puso a todos en pie en Trocadero para unirse en un abrazo con otro icono a ambos lados de los Pirineos, como Zinedine Zidane. Ese relevo de la antorcha valió las horas de espera y el aguacero que mitigó la aparición de la barcaza española, con otro mallorquín ejerciendo de abanderado, el piragüista Marcus Cooper Walz.

Ambos salvaron una noche de agua, en la que el desconcierto reinó entre las delegaciones, algunas rumbo a la Villa, otras a media presencia y otras desaparecidas en la zona de encuentro de Trocadero, donde se achicaba el agua de la pasarela por la que desfilaría horas después Nadal. Algunos intentaron resistir, como la mallorquina Juana Camilion, pero el chaparrón no cesaba y tocaba salir de allí antes de que la cosa fuera a peor.

Pantallas que se fundieron, protocolo caótico, una bandera francesa que no ondeaba por el agua acumulada y que la hacía pesada y la traca final: la bandera olímpica al revés. Entre medias, espectáculos, apariciones mediáticas como las de Lady Gaga o la traca anunciada, Celine Dion. Todo, con la Torre Eiffel como testigo de una ceremonia inaugural que hubiera sido espectacular sin esa molesta lluvia que la hizo insoportable por fases.

Hasta que apareció Nadal. Y tras él, Carl Lewis, Serena Williams y Nadia Comaneci. Grandes entre los grandes para dar lustre a uno de los últimos relevos de una apertura que pecó de muchas cosas y tuvo momentos que sobraron, pero que para la cuota mallorquina será inolvidable. Imposible de superar. Pese al desconcierto que la presidió y la estricta, demasiado en ocasiones, seguridad que rodeó a un evento diferente, pero al que el cielo le deparó un desenlace que no le hará pasar a la historia. Una lástima.