Jaume Morlà, en el salón de su casa de Maó, durante la entrevista que concedió a este diario. | Gemma Andreu

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En el marco de la celebración de los 90 años de historia del CE Alaior nos reunimos con el que fue durante los años 60 uno de sus jugadores más destacados y reconocibles, Jaume Morlà, quien por otra parte se revela como un inagotable pozo de anécdotas. La conversación abarca desde sus orígenes en el fútbol y en el club albinegro hasta su etapa como árbitro y entrenador, sin prescindir, lógicamente, de un capítulo al que todavía hoy día destina algún pensamiento como fue su renuncia a fichar por el FC Barcelona.

Nacido en noviembre de 1940, nuestro protagonista se formó en las categorías menores del Alaior, en las que destacó desde muy pronta edad para trazar el salto al primer equipo, entonces enfrascado en Tercera Balear, a finales de los años 50, con apenas diecisiete años de edad. «Una gran etapa», recuerda.

«La verdad es que fue una gran satisfacción debutar con el Alaior, más en aquel tiempo en que solo dos juveniles podían jugar en Tercera. Mi primer partido fue en el campo del Mallorca. La mitad de la plantilla eran foráneos, tenían siete u ocho años más que yo, que allí era el niño bonito y me trataban de maravilla», prosigue Morlà, que recuerda que «Estanislao Pons Carreras, que había fichado a Miró, Arilla, Allés y Canet del Ciutadella, si ganábamos, nos invitaba al casino… aquello era una fiesta».

«Monserrat, Esteban… fueron algunos de mis entrenadores, siempre me arroparon, y personalmente, creo que me defendía bien en el campo, estaba contento de poder jugar en el equipo de mi pueblo», añade.

Sin embargo, esa presencia en Tercera Balear con el club de su tierra bien pudo convertirse en otra realidad de una dimensión muy superior producto de la oferta que recibió, al poco de ocurrir su incursión en el Alaior, del FC Barcelona, donde incluso probó y convenció, justo en la época en que el club catalán preparaba su traslado al Camp Nou.

«Tenía 17 años, casi 18, era la época en que Boy fichó por el Español. Hice un par de entrenos y un partido. Lancé algunos disparos y me dije ‘menudo césped el de Les Corts’. Y allí estaban Czibor, Kocsis… la verdad es que todo fue muy bien, pero vivía solo, en un hotel, nunca había salido de Menorca... En aquella época ir a Barcelona era como ir a Rusia y sentí añoranza, mucha; ya conocía a la que es mi mujer, la que me dio el flechazo, y cuando el Alaior me ofreció 10.000 pesetas al mes, pues todo eso hizo que renunciara al Barça», rememora Jaume Morlà, que por otra parte no niega haber destinado algunos pensamientos, tiempo después, a aquell rechazo al club blaugrana, del que por otra parte confiesa ser un gran seguidor.

«He pensado mucho en aquello. Si en esa época hubiese existido La Masía como ahora… no fui el único que renunció, le pasó a más jugadores. Al final, en mi lugar ficharon a Abella, un central, y yo volví a Menorca, pero estuve muy bien en el Alaior», reconoce Jaume Morlà, quien, paradojas del destino luego terminó residiendo en diversos episodios de su vida en la capital catalana o alrededores.

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«Destinaron a mi mujer, que era profesora, allí y fiché por el Torelló, tenía 22 años. Luego, cuando trabajaba en telégrafos, también me tocó destino en Barcelona, pero pude elegir y volví rápido a Menorca», observa de aquella etapa.

Retorno

Desestimado el capítulo barcelonista, Morlà hizo carrera en el Alaior, que intercaló con su citada presencia en el Torelló, siendo un puntal en la defensa albinegra de los 60, en la primera etapa de la entidad a nivel balear. «Había grandes equipos en aquella Tercera. La Unión, el Baleares… la gente iba a los campos, había mucha afición en la Isla. De compañeros de la época, Helios y Nito ‘Flexa’ eran dos referentes para mí, también Nicolau Camps, en el que me fijaba mucho; y Parra, que había estado en el Español, fue quizá el rival más duro», evoca.

Dejó Los Pinos y fichó por la Unión. «Trabajaba de sastre en ‘Can Saborido’, allí eran muy de la Unión y terminé fichando, que la verdad, ya estaba medio retirado», explica, si bien ese ‘impasse’ entre el campo y el retiro no fue óbice para que desplegara su calidad y recursos en San Carlos, donde se vivían los últimos años de gloria antes del fatídico y nefasto 1974.

«Fiché con unas condiciones muy especiales, que era cobrar por cada partido que jugaba. Si no estoy bien, pues ni juego ni cobro, ese era el acuerdo. Y recuerso que me regalaron un juego de café. Y cuando jugaba contra el Alaior, sus aficionados me gritaban ¡chulo!», repasa el exjugador, al que desde el unionismo recuerdan como un defensa excelente, muy completo y con buena lectura de juego. Calidad y temple que estuvo también al servicio del Atlètic Ciutadella (en la época Atlético), «donde me rompí la muñeca y ya empecé el curso de entrenador», indica.

Pero Morlà no arrancó a su retirada su ciclo en los banquillos de modo inmediato, sino que se hizo árbitro. «Pero con tres hijas pequeñas, partidos el sábado, el domingo… mi mujer me sacó la tarjeta roja. Lo dejé y entré en el colegio arbitral, con el asunto de las sanciones, pero al hacerme entrenador tuve que dejar el cargo, pues no eran compatibles», precisa.

«Me lo pasé bien pitando. Era el único árbitro que había en Alaior, y de las tres facetas, tras la de jugador, pitar es lo que más me gustó. Iba mucho con Jai, un policía al que llamaban ‘Coca-Cola’, que cuando íbamos a Ferreries y la gente no le insultaba les decía, ¿‘y hoy, no mandáis recuerdos para mi madre’?... Tengo anécdotas muy graciosas y otras no tanto… había sitios donde era fácil pitar, en otros en cambio…», se extiende Morlà, que posteriormente, como entrenador, dirigió «en juveniles a La Salle Sporting, Unión y Villacarlos».

Retornando al Alaior, a Morlà se le hace complicado evaluar el estado del club en la actualidad, a sus noventa años recién cumplidos. «La verdad es que estoy muy desconectado, sigo el fútbol solo por la tele y vivo en Maó desde hace años, no puedo opinar sobre la gestión actual, pero sí sé que hasta no hace mucho aun pagaban la deuda de esa época de finales de los 80 e inicios de los 90, en que solo había cuatro de Alaior y el resto eran forasteros», analiza en ese orden, para enseguida añadir; «el fútbol ha cambiado mucho, la televisión ha golpeado al fútbol modesto. Por ejemplo Alaior era un sitio en el que había mucho ambiente… incluso una vez a un árbitro al que llamaban ‘llauna’, en un partido polémico, le quitaron los pantalones y se los lanzaron a la cisterna… en Ferreries también ‘anava gruxat’, era otra época», termina. Otra época, con certeza, pero de la que Jaume Morlà es un pedazo importante, como también de la densa historia de su querido y nonagenario CE Alaior.

El apunte

Bordador y gran bailarín, disfruta del fútbol y de ‘su’ Barça como aficionado

Aficionado a bordar en medio punto, al baile, materia en la que ha ganado varios concursos haciendo pareja con su mujer –ambos son asiduos de los clubes de jubilados y al unísono han sido sus victorias–, esa doble faceta, junto con su familia (una de sus hijas, Montse, fue alcaldesa de Sant Lluís) y su ocupación laboral reemplazaron el fútbol en la vida de Jaume Morlà. No obstante, se mantiene fiel al ‘deporte rey’ desde la televisión. «Disfruto mucho con el futbol de ahora, hay mucha calidad; veo el Barça para que gane y el Madrid para que pierda», se sincera, y admite que el excentral del Barça y campeón del mundo con la selección, Carles Puyol, «siempre me encantó Puyol». Por último, reconoce que precisamente la presencia a diario de fútbol en la tele «ha hecho mucho daño» al fútbol local, que «dificílmente» podrá recobrar el brillo e interés que tuvo antaño.