Edwin Jackson posa con un balón para este diario; el jugador francés vive como un profesional, cambiando constantemente de ciudad, «desde que era niño», producto de que su padre también fue jugador | Gemma Andreu

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Edwin Jackson (Pau, 1989) a corazón abierto. Discurridas 72 horas desde que este diario desvelara en exclusiva la decisión del escolta internacional francés, un elemento absolutamente diferencial en LEB Plata, de terminar la temporada en el Hestia Menorca, rechazando con ello la posibilidad de salir durante este mercado invernal, nos reunimos con él en las entrañas del Pavelló Menorca, su actual hogar deportivo, para abundar en su vida y obra. Un jugador superlativo para el baloncesto menorquín, a la par que un excelente conversador, un hombre con mucho mundo a sus espaldas. Y, sobre todo, con mucho, mucho baloncesto. Sin obviar todo el que aún tiene por ofrecer.

Ha decidido terminar la temporada en el Hestia Menorca, rechazando la posibilidad de salir. ¿Qué motiva su determinación de seguir en la Isla?

—Me siento bien aquí, estoy recuperando mi mejor versión como jugador, con un entrenador que ve el baloncesto como yo. Estoy muy contento de trabajar una vez más con Javi (Zamora), un entrenador que tendrá una carrera de alto nivel, pues su conocimiento del juego, su manera de ser, su ambición, sus ganas de hacer las cosas bien… lo tiene todo. Con él he vuelto a la competición y he recuperado sensaciones. Menorca es un lugar estupendo, no sé que sucederá en el futuro, pero ahora siento que tengo un compromiso con este equipo, que tiene la ilusión de subir a LEB Oro, por lo que no me planteo irme a otro sitio.

¿Cómo se encuentra físicamente? Imagino que debió ser duro no poder jugar la final de Copa.

—Sí, pero fue más por precaución. Tenía molestias en el gemelo y decidimos que no jugaría para no arriesgar. El objetivo es llegar al final de temporada del mejor modo y mi ambición es subir a LEB Oro con el Menorca.

La liga. Ha transcurrido media temporada, hemos visto al Tizona Burgos, lo que concede una idea de lo que puede ser el nivel del otro grupo. A partir de ahí, ¿ve al Menorca entre los auténticos candidatos al ascenso?

—No sé si el Tizona representa realmente el nivel del otro grupo, puesto que es un equipo que está dominando con mucha autoridad, con mucha diferencia.

En cualquier caso, puede ser un rival evidente en la lucha por el ascenso.

—Sí, sí. Tenemos claro que para subir habrá que jugar partidos importantes. En realidad, todos los partidos son importantes. En nuestro grupo, hay equipos como el Cornellà, que tras un mal inicio, lleva dos-tres meses a un gran nivel, Prat, Benicarló, Palma también será complicado… el mes de febrero para nosotros es clave. Y sí, si la fase regular termina igual que la primera vuelta, nos encontraremos con el Tizona. La Copa ha sido un buen test, nos ha mostrado en qué debemos trabajar más. Estoy seguro de que la reacción del equipo después de la Copa será muy buena.

¿Qué le parece el Hestia Menorca como club?

—Es mucho más de lo que esperaba. Después de jugar en Barça, Málaga o equipos de Francia, el Mundial, la Euroliga, tienes que adaptarte, pero la gente que está en el Menorca, en las oficinas, los empleados, voluntarios... hacen todo para que tengamos las mejores condiciones para trabajar. La mentalidad del club es superior a la categoría en que se encuentra. Hay una base y una mentalidad muy buena. La verdad es que el Menorca está más cerca de un nivel top que no del de un equipo de LEB Plata. Ha sido una sorpresa agradable, aunque tampoco tanta sorpresa, pues Javi Zamora es muy amigo mío, sé como funciona, y nunca se compromete con un club que no haga las cosas con profesionalidad. Al margen, la gente de la Isla me trata muy bien.

Barça, Estudiantes, Unicaja, Buducnost, Villeurbanne... su carrera ha incluido destinos importantes. Hace un mes, en la Cadena Ser, usted comentó que el jugador a menudo no va donde quiere, sino donde le quieren. ¿Su trayectoria ha tenido más de elegir o de adaptarse?

—Depende del momento. Por ejemplo, ir a China era una elección muy clara. Ir de Francia a Barcelona no tanto, aunque al final, cuando un club tan grande como el Barça te llama, con esos jugadores, con esa historia, con un entrenador como Xavi Pascual, no había mucho que pensar. En otros casos sí. Pero haría de nuevo todo lo que hice, puesto que no está solo el baloncesto, también está la parte vital. Vivir en tantos sitios y países me ha formado, ha sido clave para ser la persona que soy. No cambiaría nada de lo que he hecho.

El bienio 2013-14 fue MVP y mejor anotador de la liga francesa, la temporada 2017, de la ACB con Estudiantes, la Copa de 2018 con el Barça. ¿Sus mejores momentos a nivel deportivo?

—Sí. En mi etapa en Estudiantes me encontraba muy bien, después decidí ir a China y cuando volví al Barça estaba Sito Alonso, el entrenador que había pedido mi fichaje. A los 10 días le despiden, llega Pesic... a ver, hay que aprender de todas estas situaciones y la cualidad más importante de un jugador es su capacidad de adaptación. Hay muy pocos jugadores que puedan elegir club, compañeros, entrenador... y sí, hasta ahora, esos fueron mis mejores momentos, pero tengo ganas de volver a la ACB, con el Menorca o con otro equipo. Aún tengo mucha ilusión, ganas de competir, siento que tengo mucho baloncesto dentro de mí y que lo mejor aún está por llegar.

Cuando en 2017 fue máximo anotador de la ACB, supera a Sergio Llull, aquel año segundo en el ranking de anotación. Ha jugado muchas veces contra él, ¿qué opinión le merece? En la Isla es casi una deidad.

—Llull, como persona, es lo que es como jugador, alguien muy generoso en el esfuerzo, con mucha confianza en si mismo. Una leyenda del baloncesto español y europeo. También un referente a nivel mundial, un tipo que ha metido un montón de canastas decisivas. Para mí es un referente y un ejemplo a seguir, también en el sentido de que tuvo una grave lesión con más de 30 años y fue capaz de volver a un altísimo nivel. Tengo una buena relación con él, siempre competimos, pero de una manera muy sana, y fuera de la pista es un chico increíble. Y representa muy bien lo que es la gente de Menorca, gente muy simpática y amable. Creo que todo lo que Llull ha conseguido en su vida se lo ha merecido absolutamente, es un jugador increíble y una gran persona.

En 2014 integró la selección de Francia que elimina a España en cuartos de final del Mundial, en Madrid, en una época de gran rivalidad entre las dos selecciones. Para España aquello fue una tragedia, ¿cómo se vivió desde el otro bando?

—Sí, estaba en el bando del enemigo, y fue cuando tuve las primeras sensaciones de querer jugar en España. El partido fue en el Wizink Center (cancha de Estudiantes), estaba lleno, España tenía una plantilla increíble. Juanqui (Navarro), Llull, Calderón, Rudy, Ibaka, los dos Gasol... un equipazo. Y nosotros éramos un equipo joven, sin Parker, sin Nando de Colo... ganar fue una sorpresa enorme, es uno de mis grandes recuerdos. La afición, además, animó mucho, pero de forma sana, en España se nota que el público tiene una cultura de baloncesto. Desde ese momento empezó mi relación con España y años después, en el Wizink, hice la mejor temporada de mi carrera, por lo que ese pabellón lo siento como mi casa, tiene un lugar especial en mi corazón.

De todos los clubes en los que ha jugado, ¿alguno que sea especial para usted? ¿Quizá Estudiantes?

—Estudiantes es un club especial, nunca podré olvidar el año que estuve allí, ni a su afición, que aún hoy me apoya. Además, allí entablé muchas relaciones que aún mantengo, con Javi (Zamora), con chicos del club, el presidente, Jordi Grimau, Sitapha Savané, que también jugó en Menorca. Pero jugar en el Asvel Villeurbanne, donde empecé como profesional, el club que me dio la oportunidad de vivir del baloncesto, también fue especial. Jugar en el Barça, aunque fuera poco tiempo, tampoco se olvida, con una leyenda como Navarro, con Marcelinho, Tomic. Y en Buducnost, conocer la cultura del baloncesto balcánico, las rivalidades con Partizán, Estrella Roja, fue importante; en Málaga, con la afición que tiene... todos los clubes han significado algo para mí. Y de todos los países y situaciones he sacado algo positivo.

¿Qué tal la aventura en China?

—Una experiencia muy importante, quizá la que más. Me sirvió para ver la suerte que tenemos en Europa, con nuestras reglas, nuestros gobernantes... seguro que a veces nos quejamos y puede que con razón, no digo que no tengamos derecho a hacerlo, pero viajar te da mucha perspectiva. Ir a China cambió totalmente mi perspectiva de la vida, vi la suerte que tenemos en Europa, la libertad que tenemos, como vivimos. El baloncesto de allí no tiene nada de particular, pero vivir en China fue especial, toda una experiencia y me alegro mucho de haberlo hecho.

Vincent Collet, Svetislav Pesic, Salva Maldonado, Joan Plaza, Javi Zamora... ha tenido muchos entrenadores en su carrera. ¿Alguno que le haya marcado o que vea por encima del resto?

—El entrenador también depende de los jugadores. Un jugador si es bueno, tiene más posibilidades de jugar bien si el entrenador le integra en un sistema que le vaya bien. Pero los entrenadores dependen del equipo. Cuando era joven, no tenía tan buena relación con Vincent Collet, porque entonces él no me necesitaba en su equipo, pero ahora me llevo bien. De Xavi Pascual aprendí los detalles del juego, a jugar a baloncesto a un nivel muy alto, y en el aspecto humano, era espectacular. De Pesic también aprendí mucho.

¿Es tan duro Pesic como dicen?

—Sí. Muy exigente, pero no hace las cosas por hacerlas. Y es justo. Cuando toca, te dice que haces un buen trabajo, pero te empuja mucho a estar en la mejor versión posible, especialmente en defensa. Aprendí mucho con él, me convirtió en un jugador más completo, aprendí a asumir otro rol, no solo el de anotador. A Salva Maldonado le tengo un cariño especial, me dio toda la confianza, ‘las llaves del coche', y eso siempre es un orgullo, me gusta tener responsabilidad. He aprendido de todos los entrenadores y de todas las situaciones que me ha dado el básquet, por eso ahora puedo adaptarme a cualquier filosofía, excepto de las lesiones, es lo único que me costó saber gestionar; cuando te ves privado de jugar, es muy duro.

¿Hasta qué punto ha influido que su padre fuera jugador profesional en qué usted también lo sea?

—Mi padre ha sido muy importante para mí, pero no me obligó a nada. Mi padre, por todos los clubes por los que pasó, dejó huella por sus cualidades humanas, le veía como un súper héroe, quería ser como él. Por su profesionalidad, por su carácter, por como trata a la gente y por como le ve la gente en general. Eso influyó mucho en mi. Desde niño vivo como un jugador de baloncesto, cambiando de ciudad de modo constante... en definitiva, siempre he tenido la vida de un jugador. De niño, por mi padre, y cuando cumplí los 17 años me convertí en profesional. Es la única vida que he tenido, la única manera que conozco de vivir.

¿Ha pensado alguna vez qué habría sido de su vida de no haber sido jugador?

—No.

Ha nacido para el básquet...

—Sí... No, a ver, no sé si nací para esto, pero cuando disfrutas de una cosa, te va bien, no piensas y si... Mi padre me comentó muchas veces, ‘es difícil en la vida poder tener y encontrarte con todo lo que deseas, tener el trabajo de tus sueños...' Tengo la suerte de haber podido hacer en la vida lo que me gusta, me siento agradecido; nunca pienso qué habría hecho si no fuera jugador de baloncesto.

La Isla, ¿qué le parece?

—Bueno... hasta principios de enero, muy bien. Después, la lluvia y el viento, no me gustan mucho (bromea). Vivo en Málaga y el carácter es similar, gente austera, simpática. Aquí vivo bien, a diez minutos del pabellón, sin tráfico, sol... estoy contento. Y ahora que tengo más interacción con la gente de aquí, la verdad es que todo el mundo es estupendo. Vivir en Menorca te da mucha tranquilidad. Sé que la Isla, hace muchos años, fue francesa.

¿Se siente más francés o americano?

—La verdad, y no lo digo por esta entrevista, me siento más español. La sociedad americana, sus principios y valores, están muy alejados de los míos. A ver, tengo amigos allí y en todas partes hay buena gente, pero la manera de vivir, sus prioridades... Los españoles sabéis disfrutar más de lo que importa en la vida, valores de familia, amigos; las posesiones, lo material, no es tan importante. También existen excepciones, pero me siento mucho más cercano del modo de vivir de los españoles, que no al de los americanos o de los franceses. De hecho, desde el momento en que empecé a jugar en España (2014), he tenido mi casa aquí. Excepto el pasaporte, todo lo mío es de aquí, me siento de aquí.

¿Al margen del baloncesto, le gustan otros deportes?

—Sí. Me gusta mucho el fútbol americano, desde que era muy pequeño. El fútbol también, además conozco a muchos jugadores franceses. El balonmano, soy muy amigo de Nikola Karabatic (uno de los mejores jugadores de la historia), que estuvo en el Barça. Me gusta mucho el deporte, también el femenino. Cuando era joven, estaba en un centro de alto rendimiento en Francia, donde coincidí con las chicas del baloncesto francés como Sandrine Gruda, con Endene Miyem, que luego fue capitana de la selección... Sigo y veo mucho el deporte, la verdad. La NBA, la Euroliga...

¿Algún deportista que admire o que haya sido fuente de inspiración?

—El ejemplo que siempre tuve más cerca fue el de mi padre. Y actualmente, admiro mucho a LeBron James, por como se mantiene a este nivel durante tantos años. Que ahora es también un poco la tendencia, los jugadores se cuidan más, hay más conocimientos médicos... Pero de LeBron admiro las ganas que tiene, su ilusión, su exigencia y su concentración para seguir igual que hace veinte años, es una gran inspiración. Y bueno, Llull también, de él he aprendido como cuida su cuerpo un jugador, también Rudy Fernández.. jugadores así son una inspiración para mí.