Lluís Salom, antes de correr en Boston.

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El World Marathon Majors es un evento atlético gestado hace ahora un decenio, que aglomera los maratones de Nueva York, Boston, Chicago, Berlín, Londres y desde 2013, también el de Tokio. Cuenta con ránking propio y sus registros son remunerados, distinguiéndose como una referencia casi medular en el calendario de cualquier corredor de ultramaratón.

Cuenta también alrededor de la geografía mundial con un impacto tremendo entre los corredores de un perfil más amateur, como es el caso de nuestro protagonista, el experimentado runner mahonés Lluís Salom (sobre el asfalto desde 1982), que el domingo a devenir compite en la prueba neoyorkina, lo que disfrutará tras haber sido partícipe durante el último trienio en las citas de Londres, Boston, Chicago y Berlín. Únicamente correr en Tokio le separará de completar su particular World Marathon Majors (lo que, salvando distancias, al tenis sería culminar el Grand Slam).

En marcha

Salom se desplaza en un par de días a la capital del mundo junto a su hermano Nando Salom, galeno especializado en medicina deportiva, que hará las veces de espectador, y sus respectivas parejas. La prueba se celebra en la mañana del domingo, pero más allá de que en el futuro se calce en Tokio y cubra al completo el WMW, Salom expone una «ilusión» tremenda solo por estar entre los 50.000 corredores que tomen la salida en Nueva York –lo que ya no deja de ser un logro, dada la considerable dificultad de articular la inscripción de una prueba que desborda en demanda. No en vano, el Maratón de Nueva York se entiende como el original y precursor en pruebas de este rango. Su génesis se remonta a 1970, cuando un grupo de amigos empezaron a practicar jooging en Central Park. Seis años después, el fallecido corredor Fred Lebow sentó las bases de la prueba que hoy día es el Maratón de Nueva York, uniendo los cinco distritos de la ciudad como trazado (Manhatttan, Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island).

En esa edición de estreno, en 1976, la cita contó 2.090 corredores; actualmente se maneja en los 50.000. Las cifras escenifican la progresión de la prueba, también espejo de como vertebrar una competición de esta calibre (el resto de ciudades no han hecho sino plagiar su formato).

«Los momentos y sentimientos al correr un maratón como este son inexplicables», relata Salom, que pisará por vez primera Nueva York, «una ciudad que tantas veces he visto en el cine», añade, a la vez que admite cierta emoción solo de imaginar la impresión de «iniciar la prueba en el puente de Verrazano Narrows», bajo los acordes del himno nacional estadounidense, a lo que sigue el ya mítico tema New York, New York, de Frank Sinatra.

Más de dos millones y medio de espectadores seguirán la prueba en vivo, un centenar de bandas de música amenizarán la misma desde infinidad de enclaves, y 10.000 voluntarios, 235.000 litros de agua y otros de 121.000 de líquidos isotónicos se han previsto para que nada quede al azar.

Atrás quedan para Salom meses de sacrificado entrenamiento. Por delante, solo disfrutar de una prueba y marco sin igual. Y es que como al corredor mahonés gusta referir, «New York bien vale un maratón».