El base mahonés del Real Madrid, Sergio Llull, bota el balón durante un partido de la presente temporada | ACB

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Sergio Llull puede convertirse a finales de la semana en curso en el primer jugador menorquín de la historia en conquistar la Euroliga, competición en que su equipo, el Real Madrid, reluce como el más hegemónico con ocho títulos, pero en la que no celebra victoria desde 1995, entonces en la versión Liga Europea de la mano del zar lituano Arvidas Sabonis.

Dos decenios de frustraciones en clave madridista y ocho años en el caso del base mahonés (que desde su llegada a la casa blanca ha disputado siempre la máxima competición continental), acentuada en ambos casos con las sucesivas derrotas encajadas en las últimas dos finales a manos de Olympiacos y Maccabi respectivamente.

La ausencia de éxito del Madrid en la considerada su competición fetiche es prolongada. La de Llull, de granado recorrido nacional y con la selección, absoluta. Unido a las todavía cercanas decepciones sufridas ante griegos y judíos en Londres y Milán, y al hecho de que la presente Final Four se celebre en Madrid, convierten esta edición en una 'cuestión de estado' para el madridismo. Y en una ocasión de oro. «Nuestro gran objetivo del año», refirió en mitad de temporada el base internacional propulsado desde la cantera de La Salle.


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