Alcázar y La Salle restablecen esa añeja rivalidad iniciada durante la década de los 50, afianzada en los 60, que alcanzó sus mayores cotas de confrontación en los 70-80 y detenida desde los 90 hasta la noche del pasado 26 de octubre de 2013, en que ambos conjuntos volvieron enfrentarse con la disputa de la primera jornada de Copa, asimismo enmarcada en el Memorial Padre Petrus y solventada, como aconteciera en la de diciembre de 1989, hasta entonces el último antecedente de directa rivalidad entre los dos equipos, con victoria lasallista.
El decurso del tiempo sitúa lejana la más exuberante etapa de una animadversión deportiva naturalizada en el contexto de las extintas Tercera y Segunda División nacionales a lo largo de varios lustros en que la proyección deportiva insular no alcanzaba para más.
Después de un prolongado equilibrio, la ulterior e irresistible ascensión de La Salle, de impacto ACB, condiciona la perspectiva de un antagonismo que ha marcado la ingente trayectoria del baloncesto insular.
Se hace dífícil dada la profunda metamorfosis experimentada, deportiva y socialmente en la Isla en el más reciente cuarto de siglo, imaginar siquiera el retorno y reedición de esos memorables capítulos entre alcazareños y lasallistas en su dimensión ancestral.
Pero la extraordinaria migración de espectadores que advirtió Sínia Costabella el pasado sábado (el pabellón rojo contó su primer lleno desde que fuera alzado cinco años atrás, además de su bautismo en un derbi mahonés), que derivó en una atmósfera de lo más estimulante, a la que contribuyó el discurrir del juego y el comportamiento de sendas escuadras, entreabren un ramillete de posibilidades futuras en que nada es descartable.
El baloncesto insular no olvida su crítico estado, pero tampoco lo grande que llegó a ser. Hay un devenir por dibujar. Así lo entienden también los respectivos presidentes de Alcázar y La Salle, Paco Franco y Antoni Carreras 'Carre', cuyo discurso se entrecruza en un punto de coincidencia muy definido. «Se disfrutó de un gran ambiente de basket, la afición necesitaba un evento así y su respuesta demuestra que este deporte está muy vivo en la Isla», pregonaron ambos.
Obviamente el signo del encuentrom, aún tratándose de una Copa asumida como una suerte de pretemporada, dejó dispar sensación en uno y otro, de mayor calado en el caso visitante. La Salle volvía tras quince años sin competir con su denominación original, y lo hizo abatiendo a su eterno rival en su misma casa.
«La verdad es que estamos muy contentos, por la respuesta de nuestros jugadores, que por implicación e ilusión parecen juniors, por el apoyo de nuestra afición y por supuesto por ganarle al Alcázar», enumera Carre, que centra el objetivo de La Salle «en realizar el mejor papel posible, afianzar el equipo e ir dando pasos para crecer.
No es fácil levantar un equipo desde menos cero como hemos hecho nosotros». En el lado contrario, Franco relativiza la derrota, «no perdimos la Final Four», matiza, considera que «La Salle, por potencial, era favorita, pero nuestro joven equipo siempre dio la cara» y realza la trascendencia de contemplar «un campo de basket lleno, ese es el valor que debemos cuidar», acaba Franco.
Alcázar y La Salle, una rivalidad inmortal y una vía para reflotar el basket local. Como en los viejos tiempos.
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