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El pasado jueves, día 5 de julio, Benito Reynés anunciaba el pase a mejor vida del Menorca Bàsquet. El presidente que había vivido el nacimiento, progresión, esplendor y depresión del primer club balear de baloncesto, primero como mano derecha de José Luis Sintes, y posteriormente como cabeza visible de la junta tras sustituirle en el cargo, anunciaba el desenlace que se veía venir desde hacía casi siete meses aunque el declive real había comenzado mucho antes.

Nadie ha sabido evitar el derribo, la caída del otrora imperio menorquinista, ni el consejo de administración liderado por Reynés, ni las instituciones pese a sus continuos mensajes vacíos de apoyo a la causa, ni la mismísima afición que ha marcado una inesperada lejanía con el club en los últimos dos meses a pesar del peligro que se cernía sobre su futuro.

Diríase que solo los medios de comunicación insulares han amplificado la presión de la SAD ante la clase política denunciando los agravios comparativos que, en materia de deportes, destina el ejecutivo al Archipiélago aunque éste haya soportado el bombardeo con una estoicidad absoluta.

La depresión del Menorca Bàsquet se inició allá por el año 2008, tras la tercera temporada de la SAD en la ACB. Sintes había anunciado en la última junta de accionistas un superávit, difícilmente creíble, de más de 300.000 euros. Cierto que la entidad se hallaba en su apogeo, las entradas al Pavelló eran la envidia de la ACB y la masa social se mantenía próxima a los 5.000 abonados. Pero los gastos superaban ampliamente a los ingresos y la nueva dupla que formó el presidente junto a Sunil Bhardwaj acabaría pasando factura.

Una recomendación de aquí, un buen informe de allá... acabaron convenciendo al afamado presidente para que cubriera la plaza de director general que, en cierta forma, había desempeñado él mismo con éxito social desde antes de la llegada a la ACB. Pero a partir de entonces los pasos comenzaron a darse hacia atrás y no hacia adelante, convencido como estaba el presidente que cualquiera de sus decisiones, cualquiera de sus actos tenía justificación porque estaba tocado por la varita del triunfo. En el camino la gestión del expresidente había agotado en poco más de una temporada los 1,6 millones de euros del capital social que había ingresado la entidad para formalizar su obligatoria conversión en sociedad anónima. "Prefiero gastar este dinero que bajar de categoría pero vamos a recapitalizarla poco a poco", declaraba el presidente mientras cambiaba jugadores en busca de un mejor rendimiento del equipo.

Sintes, ambicioso, señalaba entonces una y otra vez, que quería un presupuesto de 7 millones, con mayor ayuda institucional, entonces fijadas en dos millones, para dejar de ser un hermano pobre en la Liga, e incluso anunciaba que dejaría la presidencia cuando el equipo se clasificara para la Copa del Rey o entrara en el play off.

La última temporada de la primera etapa en la ACB fue un desastre. Desfilaron hasta 17 jugadores por la primera plantilla, la SAD se gastó 7 millones de euros de un presupuesto que no tenía y las entrañas del Pavelló se agrietaron con celos y recelos entre empleados, ejecutivos y presidente. De Pablo, una de las víctimas injustas de la situación, salió del club de mala manera como más tarde lo haría el propio Bhardwaj, despedido por el mandatario.

Ahí se abrió la tempestad. Meses después una filtración interesada al diario "Marca", que siempre se ha relacionado con el propio Bhardwaj sin que se pudiera demostrar, provocaba la dimisión de Sintes el 16 de junio de 2009 y lanzaba dudas sobre la gestión del dinero público en el club.

Benito Reynés dio el paso al frente jaleado por el consejo de administración, noqueado por lo sucedido y asegurando que lo desconocía. Ese mismo argumento lo ha mantenido el presidente hasta los últimos días del club. Reynés trajo a Oriol Humet, curtido en otros clubes ACB, para operar el cambio de administración en una entidad que ya sufría una herida de difícil subsanación. El hallazgo de múltiples facturas sin documentar, revelado por los nuevos dirigentes de la entidad, les llevó a afirmar que la 'mochila' heredada pesaba 7 millones de euros. Sintes ha sostenido, no obstante, que no dejó más de 2 millones de déficit mientras que algunos de sus exdirectivos han situado la cifra entorno a los 4 millones.

Sea como fuere Benito Reynés y Oriol Humet renovaron la manera de dirigir al club a costa de una operación arriesgada. Con la devolución del importe de ascensos y descensos tras el regreso a la LEB optaron por armar el equipo más potente de la Liga, con un presupuesto de más de tres millones de euros que acabó devolviendo la SAD a la ACB sólo un año después de su primer descenso.

La planificación de la nueva temporada en la primera liga gracias al desembolso propio de los consejeros y al pago del canon de 1,6 millones de euros, una vez más, a cargo del Govern, fue de lo más erróneo. El equipo confeccionado con un presupuesto prácticamente igual al de la campaña anterior en la LEB, ya sin patrocinador principal tras la retirada de Prasa, no tenía el nivel suficiente para competir en el campeonato y todas las decisiones paralelas contribuyeron a agravar los males de la entidad que acabó perdiendo la categoría de nuevo además de restar seguidores a la causa. La ampliación de capital fue un sonoro fracaso y el pago de la deuda atrasada a jugadores, representantes y proveedores ahogó a la entidad, cuyos ingresos habían quedado embargados por la sentencia favorable a Sunil Bhardwaj. Un consejero, que posteriormente dejó el cargo, se había negado en redondo a que la SAD cumpliera con el acuerdo alcanzado con el exdirector general para abonarle la indemnización al inicio de la campaña anterior.

El asesoramiento principal del abogado, Román Gómez, que había acercado al club el director general, Oriol Humet -el anterior letrado que defendía al Menorca, increíblemente, pertenecía al mismo buffet mallorquín que el que representaba a Bhardwaj- ante la situación desesperada de la SAD llevó al consejo a solicitar la suspensión de pagos, ahora denominada concurso de acreedores.

Esa medida dio aire al Menorca para encarar la nueva campaña en la Adecco Oro. Decidió el consejo entonces, amparado en la ley concursal que le permitía no devolver el canon de ascensos y descensos de la ACB al Govern Balear hasta que se firmara el convenio con los acreedores, volver a confeccionar otro equipo de posibles para pelear, de nuevo, el ascenso. Por lógica, llamó la atención en la Liga, que un club en concurso pudiera fichar a jugadores de tanto caché como Coppenrath, Navarro o Arteaga y mantener la estructura de una entidad ACB.

La temporada deportiva fue exitosa aunque el equipo, que acabó ganando el play-off, no entusiasmó a la afición como en épocas pretéritas, ni tampoco bastó para encontrar un sponsor que respaldara el proyecto. El club se mantuvo en silencio durante la primera mitad del campeonato, anunció incluso que la deuda se había reducido en 300.000 euros, mientras las otras entidades de la Isla clamaban por el recorte brutal de las subvenciones del Govern. Pero a partir de enero comenzaron los temores y el desenlace final se adivinó claramente en su horizonte porque el club no tenía un patrocinador fuerte y todos los gestos indicaban que la ayuda del Govern no se iba a mantener.

Reynés reiteró que el futuro del club estaba en manos de la clase política y la empresarial, y ésta, azuzada por la crisis, no ha respondido hasta provocar la disolución tras el fiasco del frustrado ascenso que hizo concebir una mínima esperanza de arreglo. Así se escribe la triste historia final del Menorca Bàsquet que, en todo caso, no se corresponde con lo que ha sido su existencia.