Cuando los jugadores del Menorca Bàsquet pisan un patio de colegio la misión es clara: Conseguir el mayor número de autógrafos aunque se tenga que renunciar al bocadillo y al zumo. Y si no, que se lo digan a los casi 100 niños y niñas del colegio Monte Toro de Es Mercadal que se volvieron locos al ver llegar a Coppenrath, Joan Pardina y David Navarro mientras desayunaban en el recreo.
Fue abrir la puerta y entonces reinó el caos. Hubo autógrafos por doquier, desde papeles a brazos y piernas hasta en alguna camiseta, con la consecuente bronca, seguro, de mamá y papá en casa, que les importa un pito de quien sea la firma. Una mañana simpática aunque algo estresante.
De golpe, todos los menores ahí presentes eran los mejores en baloncesto. ¿Todos? Bueno, hubo un grupo que se mantuvo al margen 'pasando' de los gigantes que acababan de llegar y fieles al partidillo de fútbol. Otros dos chavales protagonizaban un apasionante partido de tenis mesa mientras que otro, uno que tenía cierto aspecto de bohemio permanecía sentado a la espera de ver en qué invertía el tiempo.
El griterío de los más pequeños se vio interrumpido un momento por el canto a coro de un grupo que entonó el 'happy birthday' a Coppenrath, que ayer cumplía 30 años. El americano, algo dolorido por sus problemas físicos, correspondió con un gracias y firmando todo lo que le ponían delante. Apurado, el pívot tuvo que pedir que se pusieran en fila porque, literalmente, no daba a basto.
Seguramente los niños y las niñas regresaron al aula sin saber cómo se llamaban los jugadores ahí presentes pero lo importante era que habían replegado todas las firmas pertinentes. "Yo tengo siete autógrafos", decía uno orgulloso, cuando sólo había tres jugadores y el incombustible Antonio Cuenca, que por el Menorca Bàsquet hace lo que haga falta, incluso lidiar con una salvaje camada de mercadalencs en potencia.
Tras el recreo, la clase de la señorita Marta ejerció de periodistas, demostrando alguno maneras para quitarle el puesto a más de uno. "¿Por qué juegas al basket?", preguntó el pequeño Néstor. "Porque disfrutamos jugando", dijo Navarro. Y no sólo jugando.
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