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Mallorca es un territorio de gran riqueza paleontológica, no solo en cantidad sino en calidad. En la Isla se han encontrado los fósiles más antiguos del mundo de un gorgodósido (antepasado de los mamíferos) y de un díptero (el rastro de una larva de un antepasado de las moscas y mosquitos). Son solo dos ejemplos del potencial que sitúa a Baleares como un referente mundial en la investigación en este campo.

A pesar de ello, millones de restos se pulverizan a diario en las canteras mallorquinas sin ningún control patrimonial. Es la consecuencia de una carencia histórica. La Isla no dispone de una Carta Paleontológica que identifique sus yacimientos. Se trata del documento legal de España que permite delimitar las áreas de mayor riqueza y protegerlas como patrimonio paleontológico de la humanidad.

Regiones como Aragón, Cataluña o Madrid aprobaron hace décadas sus propias cartas y realizan controles obligatorios de obras y extracciones, similares a los que se hacen en obras situadas cerca de yacimientos arqueológicos. En Baleares, Menorca es la única Isla que ha hecho los deberes hasta ahora.

«Aunque en teoría se tiene que hacer un seguimiento, la realidad es que en Mallorca no se hace ningún control paleontológico en obras y canteras y para hacer cemento Portland se han pulverizado millones de fósiles al día», explica Rafel Matamales, conservador del Museo de Ciencias Naturales de Sóller.

Rafel Matamales es el investigador principal de un estudio internacional que ha localizado y descrito en Banyalbufar el fósil más antiguo de un gorgodósido en el mundo, un animal con dientes de sable. «Falta un inventario de yacimientos paleontológicos; antes había cierta sensibilidad y algunas canteras iban guardando algunos fósiles para los investigadores, pero cada vez se hace menos y sabemos que se pulverizan millones de fósiles. Los investigadores pedimos permiso siguiendo todo el trámite legal para hacer nuestras intervenciones, pero el problema es que por falta de conocimiento y por la inexistencia de un inventario paleontológico, se está dejando que se trituren restos de gran valor», advierte.

El investigador explica que el primer y único control paleontológico que se ha hecho de una obra pública en Mallorca es de 2023. «Fue hace poco más de un año en Calvià, gracias a que había unos técnicos especialmente sensibles que avisaron al Museo de Sóller para hacer una obra municipal, estaría bien hacerlo en explotaciones más intensivas. Una cantera da mucha información sobre el pasado de Mallorca porque hay una exposición de rocas que normalmente no encontramos en superficie», relata. En Calvià se encontraron algunos restos fósiles de caracoles terrestres, relativamente recientes.

Aunque hay zonas más ricas que otras en fósiles, estos pueden encontrarse a lo largo de toda la geografía de la Isla. Los más antiguos están en la Serra de Tramuntana. Tienen unos 300 millones de años. Son los crinoideos, parientes de las estrellas de mar, y de hecho nunca vivieron en el lugar que hoy ocupa Mallorca. «En aquél momento era un fondo marino profundo y de tanto en tanto llegaban deslizamientos de tierras desde la plataforma continental que arrastraban sus restos», explica el experto.

Potencial turístico

Regiones como Asturias o Teruel han convertido su patrimonio paleontológico en un activo de turismo cultural con museos y rutas señalizadas en las que ver las huellas que dejaron sus antiguos habitantes. En Mallorca en cambio, no hay itinerarios turísticos geológicos o palenteológicos a pesar de la calidad de sus restos fósiles.

A diferencia de lo que ocurre en la Península, aquí no hay rastro de dinosaurios. La explicación es fácil. «En el Triásico, Jurásico y Cretácico, Baleares estaba debajo del mar y por eso no encontramos dinosaurios, porque no hubo dinosaurios marinos», dice Matamales. De esa época hay una variedad extraordinaria de animales marinos. Los más conocidos son los amonites y pueden verse aún hoy en muchas en las piedras extraídas de canteras con las que se han construido casas y edificios públicos. Hablamos de un periodo de 55 millones de años que están representados por distintos tipos de rocas. La piedra de Binissalem es una de ellas», relata Matamales.

La explotación de las minas de lignito desde los años 60 hasta principios de los noventa acabó con millones de fósiles de interés paleontológico del Eoceno. «Estos lignitos se formaron en el fondo de lagos de un territorio no insular aún conectado por tierra a la Península y al sur de Francia. Encontramos plantas que vivían en la ribera del lago, cocodrilos de agua dulce, diferentes especies de tortugas acuáticas… Conocemos los que se pudieron recuperar de las escombreras de las minas, ahora ya no se pueden recuperar más. Vivían al borde de esos lagos muchos mamíferos poco estudiados pero muy interesantes, antepasados de los caballos, los lirones y las ratas», concluye el investigador.