Zona rústica de Santanyí donde, entre 2015 y 2023, se cuentan hasta once chalets de nueva edificación.

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El estudio Dinámicas en las transformaciones del uso del suelo en Baleares (original en inglés), elaborado por la Càtedra de la Insularitat de la UIB y presentado el pasado junio, determina que, en el período 1990-2018, las Islas perdieron 361,61 kilómetros cuadrados de suelo agrario, mientras que sumaron 119,47 kilómetros cuadrados de uso artificial o urbano, y 231,71 de suelo forestal.

La suma de las superficies de uso urbano incorporado y de nuevo suelo forestal prácticamente coincide con la extensión agraria perdida. Esta suma asciende a 351,18 kilómetros cuadrados, muy cerca de los 361,61 de pérdida de uso agrario.

De este modo, se puede deducir que, en Baleares, el uso urbano ha asumido el 33 % de la pérdida de suelo agrario a lo largo de casi tres décadas, mientras que el suelo forestal lo ha hecho en el 64 %. La diferencia entre uno y otro es que la ocupación urbana de territorio que anteriormente era agrario es intencionada, mientras que la expansión forestal es consecuencia del abandono de las actividades del sector primario.

En Mallorca, el suelo agrario perdido asciende a 189,39 kilómetros cuadrados, mientras que el urbano o artificial creció en ese período en 87,76 kilómetros cuadrados y el forestal-seminatural lo hizo en 96,28. Al igual que en el conjunto de Baleares, la suma de los dos últimos prácticamente iguala el suelo agrario perdido: 184,04 kilómetros cuadrados frente a los 189,39 agrarios que se han perdido. En este caso, el nuevo suelo urbano se lleva el 46 % del agrario perdido y la expansión forestal, el 50 % del mismo.

El estudio también establece comparaciones con otras islas, principalmente del Mediterráneo, aunque también del Atlántico y del Báltico. Baleares es la región insular que registra una mayor disminución de su superficie agraria, con un 7,26 %. En este ámbito, ninguna isla europea nos supera. Sólo se acerca Madeira, con una pérdida del 5,46 %

En el mismo sentido, Baleares presenta el mayor crecimiento de la superficie forestal y seminatural, con un 4,79 %, muy superior al mismo dato de cualquier isla europea, lo que da una idea del abandono de la actividad agraria que ha sufrido nuestra comunidad. Finalmente, el crecimiento de la superficie urbana de Baleares fue del 2,43 %. No es el mayor crecimiento, pero es el tercero, sólo por detrás de Madeira, con el 5,02 %, y de las Islas Jónicas, con el 3 %. Las Islas Canarias se quedan en el 2,1 %.

Joana Maria Seguí y Maurici Ruiz, catedráticos de Geografía en la UIB y codirectores de la Càtedra de la Insularitat, ya explicaron el pasado junio que Baleares es el territorio insular que más suelo agrario pierde. Lo hicieron en el seminario internacional Reptes i oportunitats en els canvis d’ús del sòl per a les illes europees. Seguí explicó que «los cambios de los usos del suelo visualizan las transformaciones económicas y sociales de sus territorios». Por su parte, Ruiz destacó que «en Baleares, como las islas giegas o croatas, el turismo está desplazando al sector primario y su tejido productivo, además de afectar al paisaje. A su vez, el abandono de la actividad agraria lleva a un incremento sin control de las masas forestales y ello implica más riesgo de incendios. Igualmente, se da otro proceso: cuanto más abandonamos el sector primario, más dependemos de productos importados».

El apunte

Usos residenciales en el suelo rústico que nos hacen más vulnerables

Seguí y Ruiz apuntaron que «una pérdida agraria en Sicilia o Cerdeña, que son islas grandes, puede ser relativamente importante, pero en islas más pequeñas, como las nuestras, nos hace más vulnerables. El suelo rústico ha pasado a ser muy atractivo para los inversores inmobiliarios, con un aprovechamiento agrario que ha sido sustituido por usos residenciales.La Unión Europea debería poner atención en valorar los territorios insulares, que no están recibiendo el tratamiento y el análisis que merecen. La Unión Europea no aplica microescalas de insularidad ni variables específicas. No tiene la misma importancia perder un encinar en una isla pequeña que en una isla grande o un territorio continental».