¡Qué lejos queda ya la postpandemia, la salida de la peor de las crisis que ha sufrido el sector! La energía que ha rodeado Fitur, la algarabía, el movimiento de gente, las idas y venidas frenéticas, han superado, según los más veteranos, las ediciones anteriores. El músculo y atracción turística de nuestro país son poderosos (solo en Fitur había representadas más de 9.500 empresas en 884 stands). Y ver ese músculo en acción, fascinante.Las previsiones para este año parecen buenas; o muy buenas según la parroquia a la que uno acuda. Hemos sumado turistas hasta los 94 millones en el 2024 y esto, se mire como se mire, es un dato positivo, aunque, seamos sinceros, es una cifra difícilmente sostenible en el tiempo por el reto que supone en una apuesta que realmente busque calidad y valor añadido. Cabe recordar que, en el 2015, solo nueve años atrás, la cifra estaba en los 68 millones y ya parecía espectacular.
Pero, si importante es el crecimiento en número, más lo es el que el gasto promedio por turista se haya incrementado en un 16% de un año para otro. Es ahí donde radica la auténtica clave del éxito. El esfuerzo realizado por el sector hotelero para reposicionarse está ahora dando sus frutos; y con el sector hotelero los de restauración, enológicos, culturales, deportivos, ocio nocturno, transporte, agencias… todos han empujado para añadir valor a una actividad que, en su crecimiento, no se ha olvidado de impulsar la generación de un mayor y mejor empleo. Los datos de afiliados del sector ya superan los 2,68 millones de trabajadores, disminuyendo el número de empleos temporales, con incrementos salariales que se sitúan por encima de la media nacional.
Estando en la cresta de la ola los hay que consideramos que tiene que haber dedicación de inteligencia, tiempo y recursos para saber lo que, como país, como potencia turística, queremos ser. Ordenar y mejorar lo que tenemos, definir y asentar las bases para un crecimiento más en calidad y no tanto en cantidad, poner a las personas en el centro de la estrategia del turismo a nivel nacional (trabajadores, residentes, clientes…), minimizar las externalidades que derivan de la actividad turística, hacer ver, al mismo tiempo, sus bondades y ventajas de esta actividad, seguir impulsando la mejora en la calidad de nuestros productos dentro y fuera de nuestras fronteras, siguen siendo objetivos prioritarios. Debemos impulsar la mejora de la competitividad de las empresas del sector, sin perder de vista la necesidad de atender un crecimiento nacional equilibrado, diversificando la oferta de modo que se reduzca la excesiva estacionalidad que aún padecemos. Esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero solo así podremos garantizar la sostenibilidad a medio y largo plazo de los logros obtenidos.
Ahora más que nunca es el momento de profundizar en la interacción entre la administración y un sector que necesita de la planificación pública en usos de suelo y territorio, en infraestructuras, en dotaciones públicas (sanitarias, educativas, residenciales…), poniendo el foco especialmente en residentes y trabajadores. Las ferias y encuentros están bien para comprobar la salud de hierro del sector, pero, ahora ¡a seguir remando!