El proyecto Artemis pretende acelerar la restauración de praderas de posidonia degradadas en el Mediterráneo y detener la pérdida de naturaleza. Se realizará en Cala Blanca
Eva Marsinyac, miembro del equipo que liderará el trabajo junto a Irene Estaún, Joana Da Silva y David Carreras. | Gemma Andreu
Aproximadamente 1,2 millones de hectáreas de praderas marinas de posidonia se extienden por las costas euro mediterráneas, pero se estima que cada año, se acaba perdiendo un 7 por ciento debido a fenómenos como la contaminación, la piscicultura, las infraestructuras en la costa o el fondeo, entre otros. Una situación de degradación progresiva que en el marco de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica celebrada en Montreal en 2022 para negociar un acuerdo mundial que permitiera preservar la pérdida de la biodiversidad del planeta, estableció como uno de los objetivos a alcanzar en 2050 el hecho de detener y revertir la pérdida de naturaleza que amenaza la supervivencia de personas y especies.
El alumbramiento del proyectoInterreg Artemis por parte de la Unión Europea (UE) responde a este propósito de restaurar estas praderas marinas de posidonia con la misión que se puedan incorporar los beneficios económicos y sociales de estos ecosistemas, a las futuras políticas e inversiones públicas y privadas. Un trabajo pionero de restauración activa y pasiva, promoviendo la cooperación transnacional entre países mediterráneos en el que Menorca va a participar.
ESPAÑA, ITALIA Y GRECIA. Se han previsto cuatros proyectos piloto transnacionales del programa Artemis que estarán desarrollados por un equipo de más de 30 personas de las entidades socias del proyecto, repartidas entre cinco países entre autoridades públicas, centros de investigación, ONG y PYMES en todas las fases de la restauración, desde la propia trasplantación hasta el desarrollo de políticas a nivel europeo. En este sentido, Menorca ha sido una de las regiones escogidas junto a otras tres ubicadas en Grecia e Italia, donde se llevarán a cabo diferentes etapas del proceso de restauración, a través de los cuales Interreg Artemis pretende ofrecer experiencias reales y resultados tangibles para su replicación a profesionales de la restauración de ecosistemas, gestores ambientales y actores interesados del ámbito de la economía azul.
El programa ha previsto elaborar protocolos de restauración marina de última generación, realizar pruebas piloto que resulten ejemplos vivos del proceso de restauración, así como introducir la aplicación de esquemas pioneros de pago por beneficios generados en el contexto de la conservación. Con todos estos instrumentos, y otras actuaciones encaminadas a la formación, la comunicación y la amplificación, el proyecto Artemis velará por acelerar la restauración de praderas marinas en todo el Mediterráneo. Esta acción cuenta con un presupuesto de tres millones de euros financiados en un 80 por ciento por la UE y el 20 por ciento restante, por los distintos socios del proyecto, que en el caso de Menorca serán el Institut Menorquí d'Estudis (IME) a través del Observatori Socioambiental de Menorca (OBSAM).
CALA BLANCA. En Menorca, el encargo que el IME-OBSAM llevará a cabo como socios del proyecto, será la restauración pionera de la posidonia en una pradera situada frente a la costa de cala Blanca, a una profundidad de 20 metros. Esta pradera resultó afectada por un vertido fortuito provocado durante las obras de construcción de la torre de captación de agua de la desaladora de Ciutadella que afectó 1.800 m2 de pradera.
«Nuestro objetivo es acelerar la recuperación natural de la pradera mediante la replantación de fragmentos de posidonia de las praderas cercanas desprendidos de manera natural después de episodios de temporal que se recolectarán», explica Eva Marsinyac, miembro del equipo que liderará este trabajo junto a Irene Estaún, Joana Da Silva y David Carreras. Se estima que se tendrán que sembrar unos 1.040 fragmentos de posidonia cuyo aspecto innovador de esta restauración, es que nunca se ha realizado a esta profundidad, por tanto la experiencia también aportará información práctica de su efectividad.
«Estamos trabajando con una planta que tiene una función vital para la salud de nuestras costas. Sin que seamos muy conscientes de ello, los servicios ecosistémicos o beneficios que nos proporciona son múltiples y parte de la economía de estas islas, pivota en torno a ella», añade Irene Estaún. Las praderías marinas absorben CO₂ y emiten oxígeno. Y esta es una función clave porque absorben dióxido de carbono de la atmósfera y lo acumulan en la biomasa del ecosistema y en el sedimento. Por lo tanto, este secuestro de carbono que queda almacenado, el llamado carbono azul, nos ayuda a paliar los efectos del CO como gas de efecto invernadero. De hecho, se estima que las praderas marinas representan el 10% de la capacidad de almacenamiento de carbono del océano, a pesar de ocupar sólo el 0,2% del fondo marino, y pueden capturarlo de la atmósfera un 35% más rápido que los bosques tropicales.
Otros de los servicios ecosistémicos cruciales de la posidonia es la protección de la costa, así como su contribución a mantener las aguas claras y transparentes. «Sabemos que la estrategia más inteligente es dedicar esfuerzos para conservar este ecosistema, porque desde el punto de vista económico y ecológico siempre será más rentable la prevención que tener que realizar esfuerzos de restauración», añade Marsinyach.
CONTABILIDAD NATURAL. Uno de los grandes retos del proyecto Artemis es poder testear diferentes instrumentos de pago por servicios ambientales o créditos por biodiversidad, integrando la importancia económica y social de los beneficios que ofrecen las praderas marinas, con la posible aplicación a esquemas de pago pioneros, tal y como explica David Álvarez, director ejecutivo de la empresa Ecoacsa, que también colabora en el proyecto. «Uno de los principales acuerdos de los 192 países que aprobaron preservar la pérdida de biodiversidad del planeta para 2050, es la movilización de recursos. En este sentido, la brecha de financiación anual estaba en los 700 mil millones de dólares anuales, una cifra que no puede ser asumida únicamente por las arcas públicas de los Estados y en donde hace falta implicar a otros agentes, que puedan estar interesados en la conservación o la restauración de la naturaleza», explica.
«De hecho, ya existen empresas fuertemente interesadas en activar proyectos de restauración porque también hay otras empresas que por su actividad, necesitan mitigar el riesgo que generan con medidas de compensación, como por ejemplo los bonos verdes», añade. «Nuestra misión dentro del proyecto Artemis es tratar de aportar mecanismos innovadores de financiación que permitan capturar este valor que tiene la naturaleza», comenta. «Miraremos de traducir a indicadores de precio los costes de mantenimiento de estas restauraciones, la inversión en vigilancia, el valor de las especies que se pueden beneficiar, la aportación a los sistemas turísticos y otros bioindicadores», explica. «Nuestro trabajo es poder ofrecer herramientas digitales para el desarrollo de una contabilidad del capital natural destinada a ciudades, océanos, bosques o ecosistemas restaurados, permitiendo medir los cambios en la extensión y condición de los ecosistemas en una variedad de escalas, e integrar el valor de los beneficios que generan en los sistemas contables», concluye.