De izquierda a derecha, Richard Darby, Javier Gámez, Alberto Vélez y Miguel Pocoví. | Pere Bota

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Son las cuatro y media de la tarde. Alberto Vélez, licenciado en Historia y fan fatal de los conflictos que involucran la Unión Soviética, hurga la mano en su bolsillo y sube las persianas de lo que pareciera una vieja tienda de conveniencia. Sin embargo, si uno se fija lo suficiente, notará que, justo al lado de la puerta, luce una placa que parece desentonar con la estética general de la fachada. «Associació Cultural de Modelisme Històric i de Ficció de las Illes Balears» reza, a lo que acompaña un emblema de un jinete embistiendo su lanza. Y es que, una vez las puertas se abren, los tableros que llenan el recinto y la cantidad ingente de figuras y elementos escenográficos que decoran el lugar no dejan espacio a ninguna duda: el establecimiento es la sede de un club de juegos de guerra, más popularmente conocidos como wargames. Y no uno cualquiera, pues este en concreto se trata de uno de los pocos que hay en la isla y, de momento, el único dedicado al contexto histórico: el Club Despertaferro.

Poco después de que Vélez - que, por cierto, es el secretario de la asociación- abriera las puertas del recinto, la gente no tardó en llegar. El primero fue Richard Darby, un hombre inglés que, a pesar de no vivir en Mallorca, viene con bastante asiduidad y una de las actividades que más le gusta hacer no es otra que echarse unas partidas en el club cuando tiene tiempo. En esta ocasión se enfrentarán Vélez y Darby en una partida de De Bellis Magistrorum Militum (DBBM), una modalidad de juego que se centra en ejércitos medievales y en la que Darby es uno de los mejores jugadores a nivel internacional. Vélez explica que jugará un ejército comandado por Jaume I mientras enseña con orgullo una detallada figura del monarca: «Los ejércitos están basados en la realidad, pero cada uno desarrolla el juego de forma distinta». No mucho más tarde hacen acto de presencia Javier Gámez, presidente del club, y Miquel Pocoví, extesorero y uno de los fundadores del club en 2008.

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La figura de Jaime I que Vélez usa para los juegos de guerra. Foto: Pere Bota.

«Los juegos de guerra no son algo nuevo. Antes de la fundación ya había una comunidad de personas aficionadas a los wargames y estábamos agrupados en otro club llamado Arioch, que realmente era un club de rol en un sentido más general. Entonces yo y unos cuantos más tuvimos la idea de crear una asociación dedicada exclusivamente a los juegos de guerra y así fue como nació la Associació Cultural de Modelisme Històric i de Ficció de les Illes Baleares, o Club Despertaferro», recuerda Pocoví. En ese sentido, Gámez completa que, a pesar de que no ponen pegas para jugar wargames de ficción como, por ejemplo, Warhammer o Vampire: The Eternal Struggle, Despertaferro está principalmente enfocado en juegos de guerra basados en hechos o ejércitos históricos, como puede ser la Segunda Guerra Mundial o en contiendas medievales. De hecho, el presidente del club destaca que «aquí hay personas de todo tipo. Si, por ejemplo, te gusta jugar ejércitos de la época napoleónica, siempre habrá alguien que también le interese y puedas jugar con él. Siempre habrá un especialista de cada época con el que puedas congeniar e incluso aprender».

Tanto para Gámez como para Pocoví, los juegos de guerra son experiencias muy completas que trabajan desde tres puntos de vista distintos: el primero, desde la perspectiva del ocio, pues se trata de un gran hobbie para hacer comunidad y alejarse un poco de las tendencias digitales que están imperando hoy en día. Después, desde el prisma histórico, la creación de ejércitos y organización de pelotones casi obliga al jugador a enterarse de su contexto, sus batallas y, lo más importante, cómo terminaron. «Muchas veces la victoria no consiste en ganar la contienda, sino en hacerlo mejor que la propia historia», ríe Pocoví. Por último, los juegos de guerra también tiene un componente profundamente estético, pues muchos jugadores no sólo valoran la estrategia en sí, sino la calidad de las figuras que emplean durante las batallas ficticias. «No solo es el hecho de crear escenarios completos con casas, edificios y elementos bien hechos, sino que muchas personas se preocupan por tener figuras de calidad», asegura Gámez, a lo que añade que «hay gente que se las pinta y lo hace muy bien».

Guerreando fuera de Mallorca

Según Gámez, el club lo componen un total de 36 personas con perfiles tremendamente variados: desde los más de la vieja escuela que comenzaron a jugar wargames en la décadas de los 80 y 90, y por otra parte una generación más joven que también está abierta a jugar juegos de ficción. De hecho, también hay un pequeño grupo de extranjeros, donde se agrupa Darby que, durante sus asiduas visitas a la isla, cogen su maletín de figuritas porque saben que, al menos un día, toca hacer una visita al Club Despertaferro para echarse unas partidas.

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Pocoví y Gámez explican una de las tantas modalidades que existen de juegos de guerra. Foto: Pere Bota.

Lo que sorprende, sin embargo, no es la diversidad en sus filas, sino la capacidad y el talento del club de competir en torneos nacionales e internacionales con unos resultados más que decentes. «Nosotros vamos bastante fuera. Ahora, por ejemplo, nos vamos en febrero a Málaga y en abril iremos a Milán a competir a uno de los torneos más importantes de DBMM. También hemos podido asistir varias veces al Open de Franconia, en Alemania. La verdad es que hay nivel».

De hecho, apuntan que, a pesar de que son una comunidad relativamente pequeña, también tiene la capacidad de acoger torneos locales con participación de clubes nacionales e internacionales. En ese sentido, el año pasado consiguieron, con esfuerzo y dedicación, crear el primer torneo internacional de wargames en Mallorca. «Como vamos mucho al extranjero hemos podido crear lazos con muchos clubes internacionales y nos pareció una buena idea crear un torneo internacional aquí en Mallorca, en este caso de la modalidad DBMM. Lo celebramos el octubre pasado en s’Escorxador y participaron doce personas, cuatro de las cuales eran extranjeras. No quisimos hacer algo muy grande porque era la primera vez, pero ahora estamos organizando el siguiente y creo que podremos abarcar un poco más».

Una forma de aprender historia

A toda esta faceta más lúdica y de ocio también hay que añadirle una más didáctica pues, como única asociación centrada en los juegos de guerra histórico en Baleares, muchas veces les llaman para hacer demostraciones en vivo cada vez que salen nuevas reglas o modalidades. Dichas partidas simuladas pueden exhibirse desde el centro de Palma, donde más de una vez han jugado al aire libre en el marco de eventos relacionados con la guerra, hasta en museos o entidades culturales: «Una vez el Festival de Cultura Clásica Maremagnum nos llamo en relación a una exposición de la cultura romana en La Misericòrdia e hicimos una partida utilizando tropas y batallones romanos. También solemos ir al Museo Militar San Carlos cuando hacen jornadas de puertas abiertas».

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Darby prepara su batallón para la partida contra Vélez. Foto: Pere Bota.

En general, Gámez ha observado «un aumento en el interés en los wargames. Antes los que jugábamos juegos de rol eramos los raros, pero desde que salió Stranger Things han vuelto a pegar un petardazo y lo hemos notado incluso nosotros. A los jóvenes les está volviendo a interesar los juegos de guerra. Si seguimos con la tendencia que llevamos hace unos años, este 2025 esperamos aumentar las filas del club de 36 a alrededor de 50 personas».

Una vez concluida la entrevista, Gámez se levanta de la silla y se acerca al tablero donde están jugando Vélez y Darby. Durante este tiempo, tan solo pudieron crear la escena compuesta de colinas, casas y ejércitos y apenas comenzaban a ejecutar sus primeras jugadas. Gámez y Pocoví, por su parte, les observan con atención mientras conversan animadamente sobre los batallones y comentan estrategias militares que en su momento podría haber hecho Jaume I. Y es que esa escena resume a la perfección la filosofía sobre la que se rigen los wargames: la paciencia, el compañerismo y, por encima de todo, el afán de vivir la historia y reescribirla a su manera: «Nadie en el club es belicista, entendemos que son juegos de mesa y solo nos queremos divertir».