El alunizaje de dos misiones espaciales de la India y Rusia la próxima semana en el inexplorado polo sur de la Luna pone sobre la mesa el creciente interés de varias potencias por reanudar sus programas lunares con objetivos renovados: el establecimiento de bases y el uso de recursos con fines comerciales.
Estados Unidos, China, o varios países de la Unión Europea a través de la Agencia Espacial Europea (ESA, en inglés), preparan en la actualidad misiones de regreso a la Luna, que incluyen la perspectiva de naves tripuladas por astronautas llamados a pisar de nuevo la superficie lunar, algo que no sucede desde 1972. Un interés que viene precedido de la emergente presencia de orbitadores en la Luna, actualmente seis, a cargo de recopilar todo tipo de datos que ayuden a las futuras misiones, y al que se han adelantado la India y Rusia, que la próxima semana intentarán completar con éxito el primer alunizaje en el polo sur de la Luna.
La India lanzó el pasado 14 de julio su misión espacial Chandrayaan-3 hacia la Luna, que ingresó el 5 de agosto en la órbita lunar y prevé alunizar definitivamente en su punto más meridional el día 23 de este mes, lo que convertiría al país asiático en la cuarta nación que habría logrado tocar el satélite terrestre, tras Estados Unidos, Rusia y China.
La misión rusa Luna-25 despegó el 11 de agosto en lo que supuso la reanudación del programa lunar de este país, que llevaba paralizado desde 1976, cuando Rusia todavía formaba parte de la Unión Soviética (URSS), e ingresó ayer en la órbita lunar, donde permanecerá hasta intentar el alunizaje en el polo sur de la Luna el 21 de agosto.
Ambas sondas se desplegarán en distintas zonas del polo sur del satélite y tienen como principales objetivos perfeccionar las maniobras de alunizaje y tomar muestras de la superficie, entre ellas de agua en forma de hielo que sospechan que sea localizable en cráteres que nunca reciben la luz del sol. La presencia de este amplio número de misiones espaciales en torno a la Luna, a las que se prevé que se sumen otras diez en los próximos tres años, evidencia el despertar del interés de un creciente número de países en el satélite, con metas todavía más ambiciosas que los de Chandrayaan-3 y Luna-25.
«Si bien las misiones anteriores estaban destinadas esencialmente a exploraciones científicas, es probable que las próximas empresas involucran a múltiples actores con diversos intereses, incluidos aquellos impulsados principalmente por la utilización de recursos con fines comerciales», informó este mes en un comunicado la agencia espacial india. Pero además de sus recursos, también hay quienes ven en la Luna un paso intermedio en el que las reabastecer las sondas, en su camino hacia otros lugares del espacio, como el planeta Marte.
La agencia espacial de Estados Unidos (NASA), en colaboración con Canadá, la Unión Europea y otros países, planea para 2024 la segunda misión de su programa Artemis de regreso a la Luna con la que pretenden recopilar información y establecer un campamento base desde el que afrontar misiones a Marte y más allá en el espacio profundo. Los astronautas estadounidenses Reid Wiserman, Victor Glover y Christina Hammock Koch, más el canadiense Jeremy Hansen, orbitarán la Luna para conocer desde la cápsula Orion una zona poco conocida del satélite, los polos meridionales, donde se descubrió que hay agua, algo vital de cara a una futura colonización.
Posteriormente, la NASA prevé una nueva misión en 2025, Artemis 3, que marcará el regreso del ser humano a la superficie lunar más de 50 años después de que los astronautas del Apolo-17 fueran los últimos en abandonar el satélite a bordo de la nave espacial en 1972. China anunció la pasada primavera que ya ha comenzado la «fase de alunizaje tripulado» de su programa de exploración lunar, objetivo que prevé hacer realidad antes de 2030 y que convertiría al gigante asiático en el segundo país en lograrlo después de que astronautas estadounidenses pisaran el satélite por primera vez en 1969.
China, que tiene vetado el acceso a algunas iniciativas internacionales lideradas por Estados Unidos como la Estación Espacial Internacional por los lazos militares de su programa espacial, también prevé la construcción en la próxima década de una base de exploración científica en el polo sur del satélite, proyecto para el que colaborará con la agencia espacial de Rusia. Se espera que la futura estación lunar, prevista para estar operativa en 2035, se realicen exploraciones para saber más acerca de la formación y la actividad estelar y para responder a la pregunta de si estamos solos en el universo, según los responsables del proyecto.
El incremento de tráfico hacia la Luna, en especial de naves destinadas a permanecer en su órbita durante varios años, plantea diversos retos para los científicos de las diferentes agencias espaciales. La agencia india avisó recientemente de la necesidad que han tenido sus expertos de ejecutar maniobras «para evitar colisiones» debido a la superposición de las órbitas de dos sondas distintas.
Un riesgo que da lugar «a una coordinación efectiva entre las agencias para evitar conjunciones críticas en la órbita lunar», y que requiere de numerosos análisis cada vez que se conoce del acercamiento o el intento de alunizaje de una nueva misión. A esto se suma la complejidad de las maniobras para alunizar, que sigue ocasionando accidentes de misiones y la consecuente pérdida de cientos de millones de dólares.
Así sucedió el pasado abril, cuando la firma aeroespacial nipona Ispace intentó sin éxito convertirse en la primera misión privada en posarse sobre la accidentada superficie lunar, después de que los técnicos perdiesen el contacto con la nave momentos antes de llegar a su destino y no lograsen restablecerlo. La India también sufrió un batacazo similar en 2019, cuando su misión Chandrayaan-2, predecesora de la sonda actual, también acabó estrellada contra la Luna por problemas técnicos durante la etapa de alunizaje, posponiendo hasta este año los sueños de la nación asiática por llegar finalmente al satélite terrestre.
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