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Seguimos escasos de chips. La crisis de los semiconductores se ha convertido en una conversación recurrente de la que, además, todo el mundo parece conocer muchos detalles: por qué se ha producido, qué sectores están afectados, qué nuevos flagships se han retrasado debido a esta escasez... aunque la realidad es que el problema del nuevo ‘petróleo' de 2021 tiene implicaciones mucho más profundas.

Y es que son muchas las empresas que necesitan estos chips para sus procesos de producción, y la demanda disparada de dispositivos electrónicos desde que comenzó la crisis sanitaria no ayuda a los diferentes sectores a volver a ponerse en pie.

Para hacer frente a esta crisis, que afecta no solo a las empresas tecnológicas y sus dispositivos sino también a sectores como el automovilístico, la Unión Europea podría estar planteándose producir sus propios chips y competir así con Taiwán, Corea del Sur y Estados Unidos, los grandes fabricantes de semiconductores en la actualidad.

Información ofrecida por Bloomberg afirmaba hace pocos meses que el objetivo de la UE sería fabricar semiconductores de menos de 10 nanómetros (nm) e incluso en un futuro bajar hasta los 2 nanómetros -que son los chips más avanzados actualmente-. De esta forma Europa dejaría de depender tanto de las importaciones y sus cadenas de suministro se verían menos afectadas por la escasez de procesadores.

Sin embargo, la cosa no es tan fácil como invertir miles de millones de euros e instalar enormes fábricas en puntos estratégicos del territorio europeo. Hablamos de procesadores de última generación y para desarrollarlos se necesita experiencia en su creación y tecnología punta, así como mano de obra -es decir, profesionales- con el conocimiento y la habilidad para hacerlo.

Es por ello que la estrategia europea se enfoca en atraer a nuestras tierras a quienes ya saben cómo hacer chips y, sobre todo, cómo hacerlos bien. A diferencia de China, que lleva años intentando desarrollar un mercado propio de semiconductores con unos resultados bastante mediocres, la UE pretende engatusar a firmas como la taiwanesa Taiwan Semiconductor Manufacturing (TSMC) o la surcoreana Samsung para que inviertan en Europa y traigan sus conocimientos.

Con la experiencia de estos líderes mundiales en la fabricación de los procesadores más innovadores del sector la UE se podría evitar el tedioso proceso de aprendizaje que requiere esta industria.

La idea de este proyecto es recuperar el peso en el sector que una vez tuvo Europa. Hace décadas, nuestro continente era uno de los centros mundiales de fabricación de semiconductores, sin embargo la producción ha caído en picado en los últimos 20 años y hoy en día las empresas europeas dependen totalmente de las firmas extranjeras -especialmente del mercado asiático-.

A pesar de las buenas intenciones de la UE y del bagaje con el que pueda contar Europa en el sector de la microelectrónica, es posible que estos planes para volver a estar a la vanguardia en la fabricación de chips no sean suficientes o incluso lleguen demasiado tarde. Otros países como China y -con menor fracaso- EEUU hace años que han querido unirse a la fiesta sin mucho éxito.

Según las últimas informaciones de Reuters, la UE podría destinar hasta 800 millones de euros para que compañías como Intel, TSMC y otras refuercen sus fábricas en el Viejo Continente, consiguiendo así duplicar su participación en la producción mundial de semiconductores al 20% y fabricar chips de 2 nanómetros para 2030.

Los fondos provendrían de varios programas de inversión, incluido un fondo de recuperación para la crisis sanitaria -en total dichos fondos de recuperación habilitados por la UE ascienden a 800.000 millones de euros, de los que el 20% se debe destinar a la ‘transición digital'-.

A principios de 2021, el CEO de Intel, Pat Gelsinger, anunciaba que quería que su empresa fabricase componentes para automóviles en Europa antes de que acabase el año. Esa intención se ha confirmado recientemente y la compañía ha asegurado que va a realizar una fuerte inversión en fábricas de chips en Europa a lo largo de los próximos 10 años.

Esta inversión, que puede llegar a los 80.000 millones de euros, está pensada para aumentar la capacidad de fabricación de semiconductores de la compañía a lo largo de la próxima década. Además de la inversión, Gelsinger ha confirmado, según The Wall Street Journal, que la planta que tiene Intel en Irlanda va a comenzar a fabricar componentes para empresas que se dedican a la fabricación de coches. Eso sí, todavía no se sabe cuándo empezará el proceso.

Parece ser que, por su parte, TSMC también estaría estudiando desplegar sus factorías en Europa, en su caso en Alemania. No obstante, el presidente de la compañía taiwanesa, Mark Liu, dijo en su conferencia anual para inversores que se iba a “continuar comunicando” con sus mayores clientes en el país germano para “ver lo que es más importante y efectivo” para ellos y que era “demasiado pronto para decir nada”.

Las grandes tecnológicas no están dispuestas a vivir retrasos en su producción y por ello están apostando por crear sus propios chips. Si bien no parece que ninguna de ellas vaya a centrar su actividad repentinamente en el desarrollo y producción de semiconductores de manera masiva, sí estamos viendo cada vez más una tendencia a fabricar procesadores.

Algunas de las compañías que ya han hecho frente a esta escasez global de componentes mediante la fabricación de sus propios chips son Apple, Amazon, Facebook, Google o Tesla, y una de las ventajas principales es que al ser procesadores creados específicamente para sus productos se ajustan mejor a los requisitos y necesidades de los mismos, tanto de software como de hardware, logrando así un rendimiento más óptimo.

Otro beneficio evidente para las Big Tech es que de esta manera consiguen abaratar costes, tanto por el hecho de desarrollar los chips en casa como por su mejor adaptación a los dispositivos.

Sin embargo, que Apple haya presentado su procesador M1 para Mac y iPad o que Tesla esté desarrollando Dojo, un chip para entrenar a redes de inteligencia artificial en centros de datos, no significa que las grandes compañías tecnológicas vayan a ser completamente independientes. Al margen de sus proyectos de desarrollo propio, estos gigantes seguirán recurriendo a las titánicas compañías de semiconductores, como TSMC.

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