Cansada de decir una y otra vez a los alumnos que debían lavarse las manos antes de comer decidió demostrar de una forma práctica, empírica y «asquerosa» que esa recomendación tenía su razón de ser: los gérmenes y las bacterias están en todas partes y conviene mantenerlos a raya.
Así la docente metió tres rebanadas de pan de molde en tres bolsas de plástico diferente, una usando guantes de plástico, otra cogiéndola con las manos limpias y la última pasándola por las manos sucias de varios de los alumnos.
El tiempo hizo el resto, y demostró como al cabo de unos días la primera y la segunda estaban intactas, mientras que en la tercera había crecido una gran cantidad de moho.
Desde que su experimento empezó a correr por las redes sociales han sido miles de usuarios los que han alabado su trabajo imaginativo, y a muchos niños les ha quedado claro el porqué se deben sentar en la mesa con las manos limpias.
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