Durante estos días, varias asociaciones han estado pidiendo ayuda a través de redes sociales antes las graves inundaciones y destrozos que han sufrido en sus albergues, donde muchas de ellas cuidaban de centenares de perros y gatos.
Muchos animales escaparon, otros siguen apareciendo y, los menos afortunados, no sobrevivieron al paso de la DANA por la comunidad valenciana. Ahora el trabajo es el de reconstruir los centros de protección animal y, para ello, además de donativos económicos y materiales, los refugios piden la acogida de sus animales para poder realizar la limpieza y obras pertinentes.
Aunque muchos ya están en casas de acogida, la adaptación de estos animales a sus hogares temporales no está siendo fácil para muchas familias, tal y como están alertando muchos educadores en estos días a través de redes sociales. Un ejemplo de ello es Anika Rytel, educadora canina de Perros y Punto, quién asegura haber recibido muchos mensajes de desesperación de familias que no son capaces de manejar a los perros en acogida.
¿Qué ocurre en la mente de un perro tras la DANA?
"Cuando metemos a un perro de acogida en casa tras sufrir una situación como la DANA es importante que no intentemos modificar las conductas y que tengamos en cuenta el estado emocional de los perros", empieza contando Rytel en Instagram. "Tenemos que pensar que cuando un ser vivo pasa por una situación repentina y traumática, en ese mismo momento se disparan en el cuerpo muchos químicos, como el cortisol y la adrenalina.
La experta en comportamiento canina cuenta que, en una situación de vida o muerte, como la que han podido vivir estos perros al verse arrollados o inundados por las lluvias torrenciales, su cuerpo, de forma involuntaria, dispara el sistema de alerta generando esas hormonas que le permiten observar y pensar dónde huir o refugiarse de forma rápida.
"Según va pasando el tiempo, esos perros corren y huyen hasta ser rescatados y reubicados en familias nuevas con todo lo que ello supone: nuevas rutinas, un nuevo lugar, olores desconocidos...", añade. "Además, también se ven afectados por el estado emocional de los individuos de esas familias, que los miran con compasión, pena y muchas ganas de darles amor en un ambiente emocional muy raro en el que nos encontramos todos".
Su umbral de tolerancia a estímulos cotidianos se reduce, lo que significa que situaciones que antes no le afectaban, ahora pueden desencadenar reacciones exageradas
Según Rytel, esa mezcla de tantas cosas lleva al perro a un estado de intranquilidad y, por nuestra parte, a errores en la comunicación con ellos, lo que deriva en posibles problemas de comportamiento. "Ellos no tienen la capacidad de reflexionar sobre lo que ha pasado, simplemente se exponen a rutinas, entornos y personas nuevas en un estado de alerta máxima, ya que la descarga hormonal no desaparece de inmediato (tarda una media de siete días en regularse)", asegura.
"Por eso, durante esos días, es totalmente normal que algunos tengan reacciones inesperadas como ladridos, miedo o reactividad hacia personas o perros", agrega la educadora. "Esto ocurre porque su umbral de tolerancia a estímulos cotidianos se reduce, lo que significa que situaciones, contextos, ruidos o movimientos que antes no le afectaban, ahora pueden desencadenar reacciones exageradas de miedo o agresión con mucha más facilidad".
Consejos para los primeros días y herramientas útiles
Para aquellos que están acogiendo animales, durante los primeros días Rytel recomienda ofrecerles un espacio tranquilo y seguro para descansar, preferiblemente apartado de donde nosotros solamos pasar el tiempo. "Puede ser una habitación separada o con una barrera física como un sofá para que no tengamos contacto directo con él constantemente", aconseja.
"También, aunque la comida y el agua son importantísimos, no debemos forzarles a comer o beber", advierte. "Cuando intentamos darles de comer de forma invasiva el perro estará más preocupado de cómo gestionarnos a nosotros que en alimentarse, por ello, es mejor dejarle la comida y el agua e irnos, después de diez minutos, cuando ya no nos oiga, se acercará a comer él solo".
Por otro lado, Rytel aconseja evitar actividades largas y sobre estimulantes, aunque parezca que el perro se aburre o esté apático. "Cometemos el error de intentar ofrecerles más diversión y no es necesario", asegura. "Precisamente se muestran menos activos porque están procesando todo lo ocurrido y gestionando el cambio".
"Basta con un paseo corto para que hagan sus necesidades y olfateen un poco si quieren", defiende la experta en comportamiento canino. "De hecho, para estos paseos, podemos utilizar correas más largas (o unir varias cortas) por si no se sienten cómodos haciendo sus necesidades en frente nuestra, así les damos un poco más de libertad, privacidad y espacio".
Sobre los estímulos, Rytel también recomienda limitar los que sean innecesarios, como interactuar con otros perros o personas. "Soltarle en un parque para que juegue con otros perros que no conoce puede también resultar muy invasivo y, además, no sabemos cómo se relaciona, por lo que considero mejor evitar aglomeraciones, gritos de niños y situaciones que puedan resultarle estresantes".
Por otro lado, la experta en conducta canina recomienda que, si vamos a jugar con ellos, lo hagamos a través de juegos de olfato suaves o masticables, ya que le ayudarán a reducir el estrés. "Así no tendremos que interactuar con ellos directamente y, a la vez, pueden reconectar con su naturaleza perruna a través del olfato".
"Para terminar, y también muy importante, debemos cuidar mucho nuestro lenguaje corporal al acercarnos a ellos", expresa. "Todo lo que sea plantarnos frente al perro, caminar hacia él directamente, el contacto visual directo... es amenazante, intimidante e invasivo para el perro y, probablemente, no reaccione bien".
Por este motivo, la educadora recomienda que nos armemos de paciencia y que siempre nos acerquemos de lado, a ser posible sentados o poniéndonos a su altura, con la mano siempre por debajo para que, si les acariciamos, empecemos por el pecho para que el perro pueda coger confianza en nosotros.
Además de todos estos consejos, Rytel recuerda algunas herramientas que pueden resultar muy útiles a la hora de manejar al perro, especialmente en casos que sean más complicados. "Podemos usar aceites esenciales relajantes que ayuden a regular sus niveles de estrés, o apoyarnos en herramientas como correas, collares, arneses o bozales", ejemplifica.
"También podemos añadir colchones sensoriales como mantas, luz tenue, música tranquilizante o juguetes que se conviertan en algo suyo y le den seguridad, así como dejarle a él acercarse a nosotros, en vez de al revés", concluye.
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