La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acompañada por el consejero de Presidencia, Justicia y Administración Local, Miguel Ángel Martín, en el debate del estado de la región. | Efe - J.P. Gandul

TW
0

En la misma semana en la cual el candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, ha sorprendido a propios y a extraños afirmando en el debate electoral con Kamala Harris que los migrantes en Ohio (Estados Unidos) se comen las mascotas del contribuyente, la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se ha enfundado su traje más populista. Distintas voces analíticas de la política nacional han subrayado que el contenido y la forma de los discursos de Ayuso en la Asamblea de Madrid contiene evidentes tintes trumpistas. Hay quien por sus palabras la ha llamado «falangista». La líder del PP madrileño ha utilizado dos grandes argumentos estos días.

En primer lugar, Cataluña y los catalanes. Concretamente aquellos independentistas, actualmente relegados a la oposición en el Parlament catalán, que según Ayuso pretenden que el resto de España «sea su mano de obra» para enriquecerse a su costa. En una entrevista en una de las radios más conservadoras de toda la parrilla radiofónica nacional, Ayuso consideró que los soberanistas catalanes «lo que quieren es que el resto de España seamos mano de obra como ha ocurrido siempre, de esa manera burguesa y presuntuosa de creerse más que nadie». En este sentido los acuerdos entre el PSOE y ERC que han posibilitado investir a Salvador Illa permitirán «crear un negociado del agrario y el 'a mí me lo pagáis todo porque sí', mientras todos los españoles son de segunda. Así nos trataron siempre los nacionalistas».

La presidenta de la Comunidad de Madrid también criticó al Gobierno de Pedro Sánchez por el acuerdo con Esquerra sobre el cupo catalán. Dijo del ejecutivo central que se preocupa «por los ricos de Cataluña», pero «no por los pobres de Murcia». Este pasado jueves, Ayuso subió un poco más el tono. Acusó a Sánchez de odiar a Madrid y arremeter con un «alegato cruel» contra una región cuyos habitantes están «infrafinanciados por cabeza», especialmente si se compara con aquellas «cuyos gobernantes viven del cuento».

Sin perder pedalada, Ayuso mandó un mensaje a «las izquierdas de toda España y de la Comunidad de Madrid»: «Antes se romperá la Cataluña independentista, que las izquierdas rompan España y rompan Madrid» y «antes se hundirán los independentistas que la Comunidad de Madrid». «Las izquierdas quieren que los madrileños y la clase media catalana paguemos los privilegios de los independentistas. Y no lo vamos a consentir. Hablar por boca de la ultraizquierda para arañar los escaños que los españoles jamás le darían desde la centralidad y la sensatez, lleva a nuestro presidente a pronunciar discursos y a comportarse como aquellos que en chándal adelantan la Navidad cristiana a octubre» sostuvo, en alusión a una medida anunciada por Nicolás Maduro en Venezuela.

En esta suerte de epopeya de buenos y malos españoles radiada por Ayuso «el odio que este tipo de mandatarios profesan por las democracias liberales es evidente». Por eso gobiernan «a espaldas de los programas electorales, de las regiones que representamos al 70 % de los españoles» y «de la verdad». «Hasta que Sánchez llegó al poder, la política era un ejercicio mucho más noble: se pactaba con los afines, se buscaba el bien común, se asumían las derrotas. Aunque ya el presidente Zapatero fue el precursor de los cordones sanitarios y de los pactos antinatura con extremistas».

El otro gran caballo de batalla de la presidenta de Madrid ha sido la lucha contra lo que ella ha catalogado de «igualdad pop». Un «falso feminismo» que crea «chiringos» particulares y hace negocio a expensas del dolor de las víctimas de unas agresiones sexuales que, por cierto, siguen al alza a pesar de los cambios normativos como la ley del ‘sí es sí’ o la ley trans. Como el caso anterior, se trata de un argumentario compartido con los segmentos tradicionalmente más a la derecha de los postulados ‘populares’.

Recuerda en efecto a la dialéctica habitual de los acólitos de Santiago Abascal (Vox) y otros componentes de lo que algunos llaman la «internacional ultraderechista», muy en boga estos días y citada al inicio de este artículo. «Esto de la igualdad tiene que terminar de una vez» ha llegado a pronunciar Ayuso en sede parlamentaria. Inexorablemente su forma llana de expresión y el contenido del mensaje se asemejan cada vez más a los de un tal Donald Trump, el mismo que no duda en reconocer que no tiene un plan. No tiene nada parecido a un programa electoral ni un rumbo político al cual guiar a nadie. Él solo maneja «conceptos» y muy hábilmente coloca mensajes que el votante digiere casi sin rechistar ni pestañear. Ignorando o pasando por alto de forma más o menos deliberada la peligrosidad intrínseca de los mismos.