Más de una veintena de personas, entre ellas el periodista francés Gilles Jacquier, perdieron la vida ayer en la ciudad septentrional siria de Homs, donde los combates y la represión se han recrudecido desde la llegada días atrás de los observadores de la Liga Árabe.
Jacquier, enviado especial de la televisión pública francesa France 2, formaba parte de uno de los dos grupos de reporteros que el régimen sirio guió ayer miércoles hasta la citada población para intentar convencerles de que reina la rutina e inducir a la idea de que los incidentes armados son acciones esporádicas achacables a grupos terroristas.
Pero la percepción es ya muy distinta nada más divisar el extrarradio de esta depauperada urbe, antiguo cruce de caminos y en la actualidad sede de la escuela de oficiales más prestigiosa del Ejército sirio.
Homs, el lugar en el que reposa la tumba del guerrero islámico Jaled Ibn Al Whalid, que en el año 636 arrancó la entonces próspera provincia de Shams al Imperio bizantino, es ahora una ciudad divida, que el régimen no parece controlar en su totalidad y en la que apenas se pisan las calles y se palpa el miedo y la fatalidad.
Puestos de vigilancia e inspección de las Fuerzas Armadas condicionan el tránsito en todas las carreteras circundantes, y centenares de sacos terreros protegen los principales edificios gubernamentales.
Grupos de soldados y hombres armados, a pie o en camionetas, recorren plazas, avenidas y callejones, acompañados de una legión de agentes vestidos de paisano, que se deslizan en cada rincón como una sombra perenne plagada de ojos.
"El Ejército está aquí para protegernos de los grupos terroristas que atacan la ciudad. Estamos acostumbrados, hemos vivido muchas guerras y en esta también venceremos", argumenta Rabie Ahmad, un joven de 25 años, dependiente en uno de los barrios leales al presidente sirio, Bachar al Asad.
"Son agentes enviados por Arabia Saudí y el jeque Hamad (clérigo afincado en Catar) para desestabilizar Siria con ayuda de mercenarios sirios y drogadictos", agrega en un claro eco de las tesis del Gobierno.
"Entran por la frontera libanesa y por Turquía, que está aquí muy cerca", añade su compañero, Ahmad Shaqi, al tiempo que ambos vitorean el baño de masas que Al Asad se dio hoy en Damasco, 24 horas después de que, en un discurso a la nación, denunciara un "complot internacional" y prometiera una Siria "victoriosa".
La aparente campaña de propaganda del régimen fue denunciada el martes por Anwar Maliki, uno de los observadores de la criticada delegación de la Liga Árabe, quien en una entrevista con la televisión por satélite catarí Al Yazira calificó su misión de "pantomima".
"Me he retirado porque de repente me he visto a mi mismo como un servidor del régimen. ¿De qué manera? Ofreciendo una oportunidad de oro para que continúe con los asesinatos y sintiéndome impotente para impedirlo", argumentó Maliki.
"Lo más importante es tener sentimientos de humanidad. He pasado más de 15 días en Homs. He visto escenas de horror, cadáveres calcinados", agregó el experto argelino.
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