El ultraderechista Anders Behring Breivik reconoció ayer ser el autor del doble atentado de Noruega, cuya cifra de fallecidos ha rebajado la policía de 93 a 76, y tildó los ataques de "castigo a la socialdemocracia" por traicionar al país "importando" musulmanes.
En su primera comparecencia ante el juez instructor Kim Heger, Breivik, de 32 años, asumió la autoría pero se declaró "no culpable" y además aseguró que trabajó en cooperación con "dos células".
La declaración en el juzgado de distrito de Oslo se realizó a puerta cerrada pese a la petición del acusado de que se permitiese la entrada de los medios para poder difundir su ideología.
"El detenido aseguró que necesitaba perpetrar estos atentados para salvar Noruega y Europa occidental de los musulmanes y del marxismo cultural", relató posteriormente Heger ante la prensa.
El arrestado, que se mostró dispuesto a pasar en la cárcel el resto de su vida, recalcó que no actuó sólo y que su organización tiene "otras dos células", un extremo que la policía no ha podido confirmar pero que no descarta.
Breivik, que será procesado por actos terroristas, agregó que matando a los miembros de las juventudes socialdemócratas en la isla de Utøya, buscaba "limitar" las opciones futuras del Partido Laboral (PA) y mandar una "señal fuerte" que "no pueda ser malinterpretada".
El fiscal Christian Hatlo indicó que el arrestado se mostró "calmado" en todo momento, "totalmente impasible ante lo que ha sucedido" y que preguntó por qué no se había permitido el acceso a los periodistas.
Tras tomarle testimonio, el juez dictó prisión provisional en completo aislamiento -sin recibir cartas, visitas o conceder entrevistas- hasta el 22 de agosto, y al menos otras cuatro semanas de prisión preventiva normal, hasta el 26 de septiembre, aunque esta podría prorrogarse.
Mientras tanto, siguen arreciando las críticas a la policía por la gestión de la crisis, que tachan de descoordinada, un asunto que las fuerzas de seguridad niegan, pese a haber anunciado la puesta en marcha de una investigación interna.
El propio director de la Policía, Øystein Mæland, argumentó en una rueda de prensa que "el viernes había confusión en Utøya" y que "quizá" por eso algunos cuerpos fueron contados "más de una vez".
No obstante, justificó la difusión de aquel balance con más de 80 fallecidos en la isla, porque los medios estaban publicando unas cifras muy inferiores.
"Sentimos que los números hayan sido un poco más elevados", apostilló Mæland.
Por último, afirmó que una vez que concluya la investigación policial por el doble atentado, las fuerzas de seguridad iniciarán una investigación interna para estudiar si hubo acciones "que pudieron haberse llevado a cabo mejor".
Por su parte, otro responsable de la policía reiteró en esta misma comparecencia que los agentes "llegaron a la isla tan rápido como pudieron" y trató de restar importancia a la polémica sobre la decisión de las fuerzas de seguridad de acercarse a la isla por tierra y mar en lugar de recurrir a un helicóptero.
Según las actuales reconstrucciones de los hechos, Breivik dispuso de alrededor de una hora para tirotear indiscriminadamente a los participantes del campamento de las juventudes socialdemócratas, que se saldó con la muerte de 68 personas, en su mayoría menores de 20 años, antes de que la policía le redujese.
El pueblo noruego, conformado por apenas cinco millones de habitantes, siguió mostrando ayer, tres días después de los atentados, su conmoción y su apoyo a todos los damnificados por "la peor tragedia nacional desde la II Guerra Mundial", según el primer ministro, Jens Stoltenberg.
La familia real y gran parte del Ejecutivo noruego encabezaron a mediodía un minuto de silencio que paralizó el país escandinavo, y más de 100.000 personas participaron por la tarde en un emotivo acto en memoria de las víctimas.
"Hemos decidido responder al odio con unidad. Hemos elegido movilizarnos en pro de nuestros valores. Noruega es un país en luto", afirmó el príncipe Haakon.
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