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Las reservas de Alemania no permitieron ayer la convocatoria para mañana de una cumbre extraordinaria de los países del euro para tratar de frenar el recrudecimiento de la crisis de la deuda y todo apunta a que la reunión podría retrasarse como mínimo hasta el fin de semana.

El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, mantuvo ayer los contactos con las diecisiete capitales de la zona euro, mientras su equipo daba por hecho una inminente convocatoria del encuentro, que no llegó debido a que Alemania desea contar antes con un acuerdo concreto que poder anunciar en la cita.

"La cumbre se va a hacer, sólo que mañana estaría ya excluido", comentaron a Efe fuentes europeas, que explicaron que hace falta tiempo para negociar unas conclusiones.

El objetivo de esa cumbre es plantear medidas o acuerdos capaces de disipar las dudas de los mercados, pero Berlín argumenta que es complicado cerrar un plan cuando sólo han pasado dos días desde la última reunión de ministros de Finanzas, en la que se constató que persisten las diferencias sobre la respuesta a la crisis griega.

"Hay que asegurarse de que, si hay una reunión, haya algo específico sobre la mesa que los jefes de estado y de Gobierno puedan decidir", resumieron fuentes germanas.

"Si se organiza una cumbre debe finalizar con un buen resultado", coincidió una fuente holandesa, que recordó que, en todo caso, corresponde a Van Rompuy la decisión de convocar una reunión.

Los países más acosados por las presiones de los mercados, en cambio, esperan la colaboración de sus socios europeos para adoptar sin más dilación las decisiones necesarias que acaben con las dudas que amenazan las primas de riesgo y los mercados de valores.

El presidente Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, pidió el martes a "los poderosos de Europa" una respuesta europea "firme, articulada, clara y rápida" para "devolver la confianza" a los mercados.

Por su parte, Grecia criticó ayer la lentitud de la Unión Europea y su falta de decisión, tras recordar que las tensiones no sólo afectan a Atenas, sino a toda Europa.

El problema de fondo se refiere a las diferencias sobre la contribución de los acreedores privados a la resolución de la crisis griega, una de las exigencias de Alemania para seguir prestando ayuda a sus socios, pero que está detrás de las turbulencias de los últimos días.

Tras la reunión del lunes, parecía imponerse el enfoque alemán de lograr una sustancial contribución de los bancos privados al rescate de Grecia, aun cuando desencadene la declaración de una quiebra parcial de la deuda helena, a la que se opone el Banco Central Europeo por considerar que tendría unas consecuencias peores que la caída de Lehman Brothers e incrementaría el riesgo de contagio.

Las recientes declaraciones de un portavoz alemán dejan entrever una matización de esa posición para lograr vencer las resistencias del instituto emisor, aunque un acuerdo sobre este extremo parece todavía lejano.