La crisis institucional por la que atraviesa Portugal tras la dimisión de su primer ministro, José Sócrates, le ha puesto contra las cuerdas en su lucha por evitar la ayuda externa y ha recrudecido la presión a la que le someten los mercados.
Las suspicacias que despierta entre los inversores el estado de la economía lusa se agravaron ayer con la situación de incertidumbre política que vive el país, lo que disparó los intereses de sus títulos a diez, cinco, tres y dos años hasta máximos nunca alcanzados antes desde la entrada en vigor del euro, en 2002.
La crisis de Gobierno portugués no pasó desapercibida para la agencia de calificación de riesgo Fitch, que rebajó también ayer en dos escalones la nota de la deuda lusa, hasta "A-", como consecuencia directa de que el Parlamento luso tumbara ayer el último paquete de medidas de ajuste.
Los rumores sobre la petición de un rescate financiero -como ya hicieran Dublín y Atenas el pasado año- no se han hecho esperar e, incluso, el presidente del Eurogrupo, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, cuantificó ayer el valor de esta ayuda en el entorno de los 75.000 millones de euros.
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