Christchurch. Un trabajador municipal supervisa los daños causados por el terremoto en un edificio - Reuters

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El Gobierno de Nueva Zelanda declaró ayer el estado de emergencia e impuso el toque de queda en la ciudad de Christchurch tras un seísmo de 7,2 grados en la escala abierta de Richter, que causó decenas de heridos e importantes daños en infraestructuras públicas y edificios en el sur del país.

Pocas horas después del seísmo, el primer ministro neozelandés, John Key, se desplazó a la zona afectada para supervisar los daños y a los equipos de emergencia, que trabajan para restablecer el suministro de electricidad y agua, y el despliegue de agentes de la Policía con la misión de evitar el pillaje.

"Está resultando difícil mantener la tranquilidad entre los ciudadanos tras el violento temblor. La mayoría de los residentes de Christchuch han respondido bien, aparte de algunos lamentables casos de saqueo", afirmó el primer ministro tras descender del avión.

El terremoto ocurrió de madrugada a 28,4 kilómetros de profundidad bajo el lecho marino y 31 kilómetros al noroeste de Christchurch.