Olalla, junto a su Citröen 2 CV 6 Charlestón que adquiró en 1980. | Pilar Pellicer

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Olalla Mir tenía claro que una de sus prioridades era conseguir un Citröen cuando fuera mayor. Y lo cierto es que no tardó mucho en hacerlo. A los dieciséis años se sacó el carnet de conducir en Inglaterra y se compró un 2 CV de segunda mano. Fue su bautismo con el coche de su vida, tal como ella misma lo calificó durante nuestra conversación.

Ahora tiene un Citröen Charlestón, una preciosidad, que adquirió en 1995 de segunda mano a un pagès de Sóller. Pero, como decimos, no era su primer 2 CV, ya que en 1992 compró el primero después de sacarse el carnet de conducir en Inglaterra donde se puede examinar uno del permiso a esa edad. Poco tiempo después decidió cambiar de ubicación y viajar a España, en concreto a Mallorca, y tuvo la idea de hacerlo montada en su coche. En un principio todo fue bien, pero a medida que los kilómetros iban transcurriendo iban haciendo mella en el débil chasis que tenía el vehículo y fue en Tarragona donde dijo que ya no aguantaba más, y ese fue su final. Pese a todo, Olalla guarda muy buen recuerdo de aque coche, que tenía un color azul celeste muy bonito que hacía girar la mirada de la gente a su paso.

Como sólo podía ser un Citröen 2CV, Olalla empezó la búsqueda de otro para reemplazar al que quedó en Tarragona. Nos cuenta que hubo momentos en los que también un Renault 4 le habría satisfecho, pero su prioridad era un Citröen y, como el que busca encuentra, un día vio uno en el polígono de Son Castelló, pertenecía a un pagès de Sóller, y era un 2CV 6 Club. El coche estaba en muy malas condiciones, sobre todo la parte trasera, su color era rojo. Una vez encontrado el coche de sus sueños, comenzó la difícil tarea de restauración.

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RESTAURACIONES

Lo cierto es que no fue fácil a tenor de los que nos contó Olalla, pues fueron necesarias tres restauraciones hasta conseguir el objetivo deseado. Una primera para ponerlo al día, una segunda en 2002, cuando le devolvió su condición de Charlestón y la tercera y definitiva este mismo año, para dejarlo con el aspecto que presenta en las fotografías, con su elegante color burdeos y negro que resalta sobre cualquier otro coche.

Nos comenta que no sabía nada de mecánica, pero como se trata de un coche muy sencillo, poco a poco ha ido haciendo sus pinitos y algunas cosas ella misma las repara, aunque nada complicado. Las diferentes restauraciones se las han hecho mecánicos profesionales.

Tanto Olalla como el vehículo tienen una vida en común de idas y venidas de Mallorca a la Península o a Alemania, donde ha estado en varias ocasiones. En su último viaje el coche llegó en un avión de carga hasta el aeropuerto de Son Sant Joan. Y por lo que respecta al coche, lo utiliza para pasear, salir con los amigos del Club 2CV de excursión y disfrutar de su fácil conducción y de su ritmo acompasado al circular. Lleva 22 años ligada a un 2CV, el coche de su vida, y nos decía que cada uno de ellos ha valido la pena vivirlos, son recuerdos inolvidables que siempre perdurarán.