Tòfol Moranta reconoce que es un gran apasionado de los clásicos y asegura que el gusanillo le llegó muy pronto y desde entonces lo ha ido cultivando para su deleite. A los dieciséis años entró a trabajar de aprendiz de mecánico en un taller en Palma y al poco tiempo el entusiasmo por el motor le cautivó. Admite que primero fueron las motos, una de sus grandes pasiones durante muchos años, y de las que llegó tener una buena colección que aún ahora conserva para su disfrute, pues la edad no perdona y ya montar no es una opción válida, al menos a diario. Una vez que se le pasó la fiebre por las motos, y a medida que iba cumpliendo años, comenzó a interesarse por los coches, y se ha agenciado un par de buenos vehículos con los que se divierte en su tiempo libre.
El motor en Mallorca
Pequeño, pero admirado
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