La invasión rusa del 24 de febrero se antoja la fase final de un enfrentamiento que en 2014 se saldó con la anexión de la península de Crimea por parte de Rusia. Los ecos que desde el Donbás, al este de Ucrania, clamaban por un alejamiento de Kiev, que a su vez paulatinamente va acercándose en gestos y pronunciamientos a Occidente, ha acabado resonando en los sonidos de los tanques y los bombardeos, que en esta región son intensos, como en Járkov o como lo fueron en su día en la provincia capitalina o en la costa del mar Negro.
Sin embargo, Ucrania ha mostrado una beligerancia contra el invasor y una resistencia inusitadas, que han sido alabados en medio mundo –ese medio mundo que le nutre de armas, entrena a sus hombres y castiga con sanciones a Rusia–, y tal y como reafirmó el presidente Volodímir Zelenski en las últimas horas, jamás van a dejar de reclamar Crimea por los medios que consideren necesarios. Entre tanto, crece el temor a un ataque a gran escala ruso, coincidiendo con la efeméride de la independencia ucraniana, y el alto mando militar ruso remarca que se cumplirán todos los objetivos preestablecidos.
Algunas voces temen que Rusia cierre el suministro de la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa en cuyas instalaciones se han vivido últimamente enfrentamientos, con el peligro de desastre atómico que ello conlleva. Las tropas rusas la tienen en su poder desde el inicio de la invasión, y numerosas voces en el ámbito internacional han solicitado desmilitarizarla, por el bien de todos.
A todo ello se le suma el asesinato de Daria Dúguina en Moscú, la hija de un líder ultra e inspirador de las élites del Kremlin del que tanto Rusia como Ucrania se acusan mutuamente, y que está siendo utilizado para dar argumentos que respalden la intervención armada de Rusia en su país vecino, en aras de rearmar un imperialismo que Putin trata de vestir de multilateralidad cuando salta a la palestra internacional.
Sin embargo, pese a todos los muertos y la nueva realidad que comporta el verse involucrado en una guerra, Ucrania sale adelante o cuanto menos lo intenta por todos los medios. Su integración en la Unión Europea como miembro de pleno derecho está más cerca ahora que hace medio año. Pese a todos los obstáculos los campos fueron sembrados, y se ha reactivado el tráfico marítimo que exporta granos de uno de los principales graneros del mundo, atenuando así el riesgo de hambruna mundial del que los expertos venían avisando. Estos días se ha vuelto a poner en marcha la liga de fútbol, en un intento de las autoridades ucranianas de devolverle algo de cotidianidad a todas las personas a quienes la vida le cambió el pasado 24 de febrero, hoy hace seis meses.
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