Donald Trump, durante su discurso. | ALBERT HALIM

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, retomó este sábado su beligerante campaña electoral pese a los crecientes contagios de coronavirus en el país con un mitin en el que cargó contra el «extremismo radical» de los demócratas y admitió haber ordenado reducir los test de la enfermedad para que hubiera menos casos.

«Los demócratas quieren llenar los tribunales de extremistas», afirmó Trump en el primero de sus actos electorales tras varios meses de parón debido a la pandemia de COVID-19, celebrado en Tulsa (Oklahoma), una de las capitales mundiales del petróleo y que se ha visto duramente impactada por el desplome de los precios de crudo.

El mandatario retomó sus temas favoritos: las descalificaciones a su rival en las presidenciales de noviembre, el aspirante demócrata Joe Biden; responsabilizar a China de no haber controlado la expansión del virus y reivindicarse como el presidente de la «ley y el orden».

De llegar Biden al poder -dijo- será «el fin de EE.UU.» ya que «está controlado por la izquierda radical».

Sobre la pandemia, que ha dejado ya más de 119.000 muertos y 2,2 millones de contagiados en EE.UU., Trump defendió su plan de cierre de fronteras y mostró su escepticismo sobre los test para conocer la magnitud del contagio.

De hecho, en uno de los comentarios más sorprendentes, subrayó que «los test son un arma de doble filo» debido a que «cuando realizas tantos test vas a encontrar más casos».
«Así que le dije a mi gente, frenad los test, por favor», dijo el mandatario, cuyo anterior acto electoral había sido en marzo.

Las palabras de Trump se producen justo cuando los casos de contagio confirmados diarios en EE.UU. rebasaron los 30.000 por segundo día consecutivo.

Y es que el foco de la pandemia en el territorio estadounidense se ha desplazado ahora de la golpeada Costa Este a los estados del Cinturón del Sol, como California, Florida, Texas y Arizona, que suman entre los cuatro casi la mitad de nuevos casos en todo el país.

Tensión

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El mitin tuvo lugar en un clima de fuerte tensión, puesto que supuso el mayor acto multitudinario en un espacio cerrado de EE.UU. desde que comenzó la pandemia, en un estadio con capacidad para 19.000 personas.

Pese a que la campaña de Trump prometió llenarlo por completo, las imágenes mostraron que gran parte de las gradas estaban vacías.

De hecho, estaba previsto otro acto previo a las afueras del recinto junto con el vicepresidente Mike Pence, que fue suspendido horas antes debido a la falta de afluencia.
Celebrar un mitin en un espacio cerrado contradice las recomendaciones de los expertos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC), que piden evitar grandes reuniones en persona donde sea difícil mantener al menos dos metros de separación y haya participantes llegados desde fuera de la localidad.

La campaña de Trump insistió en que esas directrices son «opcionales» y, aunque remarcó que tomaría la temperatura a los asistentes y repartiría mascarillas, no les obligó a ponérselas.

Paradójicamente, para acudir al mitin era necesario comprometerse a no demandar al equipo electoral de Trump si uno contrae la COVID-19 en el acto.

La fecha y el lugar elegidos por Trump para retomar su campaña en busca de la reelección han exacerbado las tensiones raciales que vive Estados Unidos desde el homicidio del afroamericano George Floyd a finales de mayo, que han generado una ola de protestas sin precedentes en todo el país.

Tulsa fue la sede de una de las peores masacres de afroamericanos de la historia, ocurrida en 1921, cuando murieron hasta 300 negros a manos de grupos blancos; y además, el mitin de Trump se programó originalmente para este viernes, una jornada conocida como «Juneteenth» que conmemora la abolición de la esclavitud en EE.UU, aunque posteriormente fue retrasado un día.

«Somos el partido de Abraham Lincoln y el partido de la ley y el orden», remarcó Trump en referencia al presidente republicano que impulsó la abolición de la esclavitud en plena guerra civil (1861-1865).

Sobre las protestas generalizadas, que han causado el derribo de numerosas estatuas y monumentos de la Confederación (el bando de los estados sureños y esclavistas que se rebelaran contra el resto del país, la Unión), el mandatario se mostró tajante a la vez que acusó de «anarquistas e incendiarios» a los manifestantes.
«Quieren demoler nuestra herencia (...) Deberíamos tener legislación para que si alguien quiere quemar la bandera y pisotearla vaya a la cárcel por un año», recalcó.
Tras el de Oklahoma, Trump regresará a la carretera en las próximas semanas con mítines para su campaña electoral en Florida, Arizona y Carolina del Norte, todos estados clave que podrían decidir el resultado de las elecciones del 3 de noviembre.