Merkel, que celebró el resultado, podría ser investida en dos semanas, con lo que arrancaría su cuarta legislatura y la tercera en la que se alía con los socialdemócratas, algo que ha pasado factura al SPD en las urnas además de una evidente fractura interna.
Un total de 239.604 afiliados del SPD - un 66,02 % de las papeletas válidas - votó a favor del acuerdo de gobierno con la Unión Cristianodemócrata y la Unión Socialcristiana (CDU/CSU), frente a los 123.329 militantes que optaron por el «no».
El 78,39 % de los 463.723 miembros del partido participaron en la consulta, un punto porcentual por encima de la de hace cuatro años, que validó la gran coalición de la pasada legislatura.
El presidente interino del SPD, Olaf Scholz, aseguró que los resultados dan «fuerza» al partido para ejercer en el ejecutivo y para iniciar, de forma paralela, el necesario proceso de renovación.
«La militancia del partido ha apoyado de forma mayoritaria la propuesta de la dirección del partido. Ahora tenemos claridad para entrar en la coalición de gobierno. La decisión no ha sido sencilla», reconoció el dirigente socialdemócrata.
La proclamación de los resultados no fue secundada por aplausos en la sede socialdemócrata - adonde se habían acercado militantes además de periodistas -, algo que contrastó radicalmente con la enérgica y positiva puesta en escena de la consulta a la militancia de 2013.
Scholz indicó que en la próxima semana el SPD dará a conocer el nombre de los seis ministros que le corresponden, tres mujeres y tres hombres, algunos rostros nuevos y otros presentes ya en el gabinete anterior.
Merkel, por su parte, aplaudió el «claro resultado» de la consulta y se mostró satisfecha de mantener su colaboración con el SPD «por el bien» de Alemania.
En este mismo sentido líderes europeos como el presidente francés, Emmanuel Macron, y el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, celebraron el fin de la parálisis política en berlín.
Por el contrario, el resto de partidos en el Bundestag (cámara baja), desde La Izquierda a los ultraderechistas de Alternativa para Alemania (AfD), pasando por liberales y verdes, lamentaron el resultado.
La dirección del SPD respiró aliviada por el resultado - que esperaba más ajustado - tras haber hecho campaña de forma unánime por el 'sí' y no contar con un «plan B», como admitió la jefa de su grupo parlamentario, Andrea Nahles, candidata oficial a la presidencia del partido en el congreso del próximo abril.
No obstante, el respaldo a sus tesis no da carpetazo a la división interna y a la erosión de su perfil político, con los últimos sondeos situándoles por debajo de sus resultados electorales de septiembre, que ya eran los peores desde 1949.
El líder de las Juventudes Socialdemócratas (Jusos), Kevin Kühnert, rostro de la oposición interna a la coalición, se mostró decepcionado e instó al partido a renovarse.
«La crítica a la gran coalición se mantiene. El SPD debe ser más como en las últimas semanas y menos como en los últimos años. De eso nos ocuparemos los Jusos. No habrá renovación sin nosotros. Mañana empieza», escribió en Twitter.
Las dificultades para formar gobierno comenzaron el 24 de septiembre, con unas elecciones en las que conservadores y socialdemócratas cosecharon malos resultados y la ultraderecha - con la que nadie se plantea aliarse - se catapultó a la tercera posición.
A continuación, con el SPD buscando la oposición, Merkel trató de formar un tripartito con liberales y verdes, una opción inédita a nivel federal que acabó descarrilando tras cinco semanas de contactos.
Entonces los conservadores se volvieron hacia el SPD y su dirección acabó cediendo a la presión social e institucional, dejando de lado sus propios recelos y las críticas de importantes sectores internos.
Por el camino quedó el hasta entonces presidente del SPD, Martin Schulz, que perdió toda su credibilidad en este viraje y abandonó su cargo en febrero, menos de un año después de asumir las riendas del partido como la gran esperanza.
Socialdemócratas y conservadores alcanzaron entonces un acuerdo de gobierno - en el que se incluyeron varias concesiones jugosas para el SPD en términos de medidas y carteras -, pero que para que pudiese salir adelante era preciso que fuese aprobado por la militancia.
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