El vicepresidente de EE.UU., Mike Pence, subrayó este domingo tras aterrizar en Seúl la «provocación» que supone el último ensayo de misiles realizado por Corea del Norte, una acción que ha incrementado aún más la tensión que se vive en la península coreana.
Pence aterrizó junto a su mujer y sus dos hijas en la base aérea de Osan (al sur de Seúl) para dar inicio a un viaje de tres días a Corea del Sur que tiene como objetivo principal tratar la crisis abierta con el régimen de Pyongyang y sus continuas pruebas de armas de destrucción masiva.
Poco antes de que el Air Force Two tocara tierra, Corea del Norte trató de lanzar sin éxito desde la localidad de Sinpo (este del país) un misil balístico que aparentemente estalló poco después de ser disparado.
«La provocación de esta mañana del Norte es simplemente el último recordatorio de los riesgos que encara cada uno de vosotros cada día», dijo Pence ante un grupo de militares estadounidenses durante una cena celebrada con motivo del Domingo de Pascua en la céntrica base militar de Yongsan, en la capital surcoreana.
Pence también quiso destacar el compromiso de su Gobierno con la alianza militar existente con Corea del Sur, país por el que tomó parte en la Guerra de Corea (1050-1953) liderando la coalición de la ONU que luchó contra tropas norcoreanas.
El vicepresidente afirmó durante la cena que «el compromiso con esta alianza histórica» es más ahora fuerte que nunca.
El número dos de la Administración Trump se reunirá mañana con el presidente surcoreano en funciones, Hwang Kyo-ahn, y con el presidente de la Asamblea Nacional (Parlamento), Chung Sye-kyun.
Se espera que Pence y Hwang analicen maneras de presionar a Pyongyang para que abandone su programa nuclear y de misiles a través de una mayor presión diplomática y también de sanciones aún más endurecidas.
Washington también ha apuntado a que se examinarán opciones militares como posible respuesta a provocaciones del régimen norcoreano.
Un asesor de Casa Blanca explicó a la comitiva que viaja con Pence que el misil disparado este domingo seguramente fuera un proyectil de alcance intermedio y descartó de que se tratara de uno con rango intercontinental (ICBM).
En enero el líder norcoreano, Kim Jong-un, aseguró que su país ultima el desarrollo de un ICBM que pueda alcanzar EE.UU. y Pyongyang mostró en la víspera, durante el desfile militar para celebrar el cumpleaños del fundador del régimen y abuelo de Kim, unos supuestos nuevos misiles de este tipo.
Durante los festejos para celebrar el 105 aniversario del nacimiento de Kim Il-sung, el número dos del régimen Juché, Choe Ryong-hae, dijo además que Corea del Norte respondería a un hipotético ataque preventivo de EE.UU. con armas nucleares.
El mencionado asesor estadounidense dijo que Washington dispone «de una gama de opciones tanto militares como diplomáticas y de otro tipo» para lidiar con los avances armamentísticos norcoreanos y aseguró que de momento no EE.UU. no baraja reintroducir armas atómicas en Corea del Sur, de donde las retiró en 1991.
Las insinuaciones de Washington de cara a un hipotético ataque preventivo han venido acompañadas del despliegue del portaaviones nuclear USS Carl Vinson en aguas de la península en respuesta a otra prueba de misiles que Pyongyang ya hizo el pasado 5 de abril.
También de lo que los analistas consideran serias advertencias a Corea del Norte, como el ataque estadounidense sobre una base aérea del régimen de Damasco por su supuesto uso de armas químicas y el uso de la mayor bomba no nuclear de la que dispone EE.UU. para eliminar a terroristas del Estado Islámico (EI) en Afganistán.
A este panorama de gran tensión, se une la posibilidad de que el régimen de Kim Jong-un decida realizar una prueba atómica (fotos recientes indican que todo está listo en su base nuclear para ejecutar una) en los próximos días, un gesto que podría aumentar enormemente el nerviosismo que se respira en la región.
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