Los perros que viven en exteriores o participan en actividades que requieren un gasto energético elevado pueden necesitar un incremento en su ingesta calórica. Este aumento les ayuda a mantener la temperatura corporal y a compensar la energía utilizada para combatir el frío. Sin embargo, es esencial que este aporte adicional provenga de fuentes de alta calidad, ricas en proteínas y grasas saludables, evitando alimentos con rellenos innecesarios que no aportan valor nutricional.
Para perros que residen en interiores y tienen una actividad física moderada, mantener la dieta habitual suele ser suficiente. No obstante, es importante vigilar su peso, ya que la reducción de ejercicio durante el invierno puede predisponerlos al sobrepeso. En estos casos, ajustar ligeramente las porciones y asegurar paseos regulares contribuirá a mantener su salud en óptimas condiciones.
La hidratación es otro aspecto crucial que no debe descuidarse en invierno. Aunque las temperaturas sean más bajas, los perros necesitan acceso constante a agua fresca para facilitar la digestión y el correcto funcionamiento de su organismo. Además, incorporar ácidos grasos esenciales, como el omega-3 y omega-6, puede fortalecer su sistema inmunológico y mantener la piel y el pelaje en buen estado, protegiéndolos de las inclemencias climáticas.
Es vital evitar la sobrealimentación con la intención de proporcionar calor extra, ya que esto puede conducir a problemas de salud relacionados con la obesidad. La clave radica en ofrecer una dieta equilibrada, adaptada a las necesidades específicas de cada perro según su edad, tamaño, nivel de actividad y condiciones de vida. Consultar con un veterinario permitirá establecer un plan alimenticio adecuado, garantizando que el perro reciba todos los nutrientes necesarios sin excederse en calorías.
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