Aunque el hielo puede parecer una opción inocua para aliviar el calor, diversos expertos veterinarios advierten sobre los riesgos asociados a esta práctica. Al masticar hielo, los perros pueden dañar sus dientes, causando fracturas que podrían requerir intervención dental. Además, el hielo puede provocar contracciones musculares en el estómago del animal, lo que puede llevar a espasmos, vómitos o incluso un shock térmico.
Otro aspecto importante a considerar es el riesgo de asfixia. Los cubitos de hielo, al derretirse y volverse resbaladizos, pueden representar un peligro de obstrucción de las vías respiratorias, especialmente en perros pequeños o en aquellos que tienden a comer con avidez.
Además, ofrecer hielo en momentos en que el perro está muy acalorado podría tener un efecto contraproducente. El cambio repentino de temperatura podría enviar señales confusas al cuerpo del animal, afectando su capacidad para regular su temperatura interna de manera efectiva. Esto es especialmente relevante en perros con problemas respiratorios o en razas braquicéfalas, como los bulldogs, que son más propensos a sufrir golpes de calor.
En lugar de cubitos de hielo, los veterinarios recomiendan otras formas de mantener a los perros frescos, como proporcionarles acceso constante a agua fresca, crear zonas de sombra, o utilizar alfombras refrigerantes. También se sugiere evitar los paseos durante las horas más calurosas del día, y prestar atención a los signos de sobrecalentamiento, como el jadeo excesivo o la falta de energía.
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