El espectador cree saberselas ya todas de la tele-realidad, pero llega Supervivientes y entra hasta dentro de la historia. Porque siente que asiste a un aventura real con famosos -o aspirantes a famosos- pringados hasta las trancas de barro y salitre.
Aunque el éxito de Supervivientes también va unido a la astucia para narrar la convivencia. El programa huye de regodearse en la lágrima y la pelea fácil y apuesta por esa dosis de humor que reconforta. Con ayuda de la narración irónica de Jorge Javier Vázquez, que pinta las grandezas y debilidades de cada participante con una picardía reconfortante.
La audiencia ya tiene demasiados dramas, no quiere oscuridad y elige luz. Y la isla es pura luminosidad. Con un punto aspiracional incluso, que siempre ha estado planeando en los éxitos televisivos clásicos. Sin embargo, en los últimos tiempos ha habido una tendencia de poner suelos negros a los platós de televisión y convertir todas las escenografías en frías naves espaciales. También en los espacios de entretenimiento. Cuando la tele es color.
En este sentido, Supervivientes también ha acertado y ha redecorado el sombrío plató de Secret Story para dar al set más amplitud y viveza. ¿Cómo? Huyendo del negro, iluminando de más claridad los fondos y hasta pintando el suelo de azul.
Para los puristas, tales tonalidades pueden ser chabacanas y evidenciar más los trucos del atrezo que pupulan por el estudio, pero en la realidad de la pantalla potencian ese lado fantasioso de la tele que rompe con las rutinas de las ataduras del día a día. La redecoración de uno de los platós multiusos de Telecinco no confunde elegancia con lobreguez. Busca transmitir más entusiasmo, que es salvavidas del entretenimiento televisivo y que estaba perdiendo Telecinco. Así Supervivientes atrapa la atención: es una explosión de luz para remarcar que la aventura es real, pringosamente e imperfectamente real. No es otro calculado y controlado reality de convivencia confinada.
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