Pau Faner
Pau Faner

Escritor

Les coses senzilles

La última cena

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Conocí a un mendigo que antes de ser pobre había conocido un discreto pasar, pero dando tumbos por la vida había llegado a pedir limosna, no como el amigo de mili de mi amigo, que se dedicaba a ello como oficio, sino pobre de solemnidad. Ya no recuerdo su nombre. Es lo que pasa con los años, uno empieza por olvidar nombres y acaba por no saber si ha vivido. Si vivim, coses veurem. (Quien mucho vive, mucho ve). No sé si se llamaba Antonio, José, Juan, Francisco o David. A lo mejor le decían Tito y eso encajaba con tantos nombres que el suyo propio resultaba inextricable. (Inextricable es sinónimo de confuso, enredado y complicado). Así pues, Tito Confuso. Me dijo que llevaba cientos de noches sin cenar, y no era por hacer ayuno intermitente, sino por pura miseria, de modo que le invité a un restaurante que él mismo eligió. «Llévame a un restaurante vegetariano», me dijo, y cuando le pregunté por qué añadió: «Por puro capricho». A lo mejor dijo: «Porque no sé cómo se come eso». Entonces yo tampoco lo sabía.

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La carta era muy extensa, y Tito Confuso quiso probarla toda. «Un día es un día», dijo. Yo comí poco. Me conformaba con verlo comer. Pidió una tabla de quesos y frutos secos a modo de entrante. Luego Humus de remolacha con crudités. Luego tartaletas de espinacas. Pero también quería primero y segundo plato, de modo que tomó una ensalada con quinoa, aguacate, arándanos, nueces y limón. Dijo: «No está mal». Empecé a pensar que habría sido mejor comprarle un traje que invitarle a cenar. Luego probó la sopa de calabaza con jengibre y semillas tostadas. Pregunté de qué eran las semillas. «De calabaza, por supuesto», me dijo. A modo de plato principal engulló una lasaña de verduras y bechamel vegana. Mientras yo buscaba una rima para ‘vegana’, pidió un curry tailandés de garbanzos y leche de coco con arroz.

Aquí ya dije: «¿Cómo puedes comer tanto?». A lo que él contestó: «Te dije que llevaba muchas noches sin cenar». De modo que pidió un risotto de setas y espárragos y se lo comió todo menos lo que yo probé, que fue cosa de risa. Y de postre tarta de queso, crema catalana, brownie con nueces, panacota con frutos rojos y helado de mango con leche vegetal. No perdonó el café, ni la copa, ni el cigarro puro y entonces me dijo: «He quedat tan redó que no puc dir pruna». (Estoy tan redondo que ya no puedo decir pruna). Donde ‘redondo’ significa harto. Y yo le dije: «Idò, digues siruela». Entonces se quitó el disfraz y resultó ser mi jefe.