Penas de amor

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El mes de marzo es complicado en Mallorca. Nunca sabes con qué temperaturas va a sorprendernos. Aunque comenzó oficialmente la primavera, el tiempo tiene esa locura propia de la época: cielos plomizos, aire frío, momentos de sol fantástico, lluvia abundantes. Las personas no lo llevamos bien: El resultado son las ganas de buen tiempo y el nerviosismo, ese desasosiego que nos invade cuando tenemos demasiados días seguidos sin un cielo azul. Este mes de marzo ha sido complicado para una chica cuyo nombre ahora no importa. Finiquitada su relación amorosa, decidió saltarse las normas básicas de cualquier historia entre adultos. No quiso aceptar la realidad. Se dedicó a perseguir a su expareja llamándole a todas horas, además de buscarle por la calle, en su lugar de trabajo, y en todos los lugares que frecuentaba. Dicen que hay personas que enloquecen por amor. En cualquier caso, perseguir con tozudez absurda a quien dejó de querernos nunca es una buena idea. Las historias se acaban y no aceptarlo puede tener graves consecuencias. Nuestra protagonista bombardeó a su exnovio con llamadas telefónicas. Cuando él, harto de tanta insistencia, le bloqueó el móvil, ella fue a locutorios para que no la identificara. Incluso llegó a parar a personas en plena calle, suplicándoles que le permitiesen hacer una llamada urgente. Llegó a llamar doscientas veces en un solo día, hasta que la policía la detuvo por acoso. El amor, que nos empuja a veces a protagonizar grandes gestas, también puede lanzarnos al ridículo más grande. Es probable que la línea que separa el amor de la obsesión llegue a ser muy delgada. Puede ser también que muchas personas no acepten la realidad. Las penas de amor son antiguas como el mundo. Sin embargo, perseguir a quien no te ama nunca tiene un final feliz. Los seres humanos somos alérgicos a la insistencia. Si alguien pierde la cabeza por nuestro amor, seguro que acabará perdiéndonos a nosotros también.