Diario de navegación

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Entre abuelos, además de hablar del deleite que suponen los nietos, hablamos de la positiva avenencia con la vejez, pese a lo patológico… Etapa, acordamos, que, conformes con Cicerón, es cosecha de una extensa siembra de ‘esperanza al principio y valentía al final’, y no siempre paralela a nuestra voluntad, donde lo importante no es tanto llegar, acción que se logra meramente [?] viviendo, como saber adecuarnos a ese proceso que con suerte nos sitúa en el tercer acto… Saber gestionar la prófuga memoria, la de los hechos más recientes, que puede asomar nublada; y la de evocación, que examina los actos del pasado con los problemas prácticos, quizás no tan brumosa, es nuestro reto diario. Nos animamos, esforzándonos para no empeorar en el tablero, cuando vemos que no caminamos solos. ¡Ay!, la soledad no deseada...

Saber aceptar los ‘cuartos menguantes’, me temo que podría ser harina de otro costal, pues, envejecer con dignidad, es otra virtud que no puede ser ajustada sin cierta práctica. Manuel Alcántara, prolífico escritor malacitano, dejó escrito que envejecer consistía posiblemente en sustituir unos placeres por otros, como saber renunciar a algunos hábitos que hasta hace poco se consideraban inmutables, y hacernos a la idea, en no pocos casos, tal vez más de los que desearíamos, de que perderemos eficacia en la permuta. Resistirse a ello, como renunciar a las canas que tantos años nos costó obtener, podría rozar lo pueril…