Armas
Nuestro Pedro Sánchez se pasea por Europa enarbolando la bandera del incremento de gasto militar. Una nación como la nuestra, pobre, alejada del teórico peligro ruso y con grandes necesidades. Ahora, como hizo hace más de cuarenta años el nefasto Felipe González al meternos en la OTAN por la puerta trasera, resulta que lo que hace falta en España es dilapidar el dinero que no tenemos –vivimos a crédito– en cacharritos de hierro para solaz de cuatro pirados que disfrutan con un arma en la mano. El nuevo enemigo, Vladímir Putin, es un holograma que a la industria armamentística le viene muy bien para fomentar su negocio. Un affaire que ya le otorga pingües beneficios desde que Ucrania y Gaza –o el Sahel, Sudán, el Congo, Somalia, Colombia, Yemen, Birmania…– se convirtieron en carne de cañón.
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