Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

Armas

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Nuestro Pedro Sánchez se pasea por Europa enarbolando la bandera del incremento de gasto militar. Una nación como la nuestra, pobre, alejada del teórico peligro ruso y con grandes necesidades. Ahora, como hizo hace más de cuarenta años el nefasto Felipe González al meternos en la OTAN por la puerta trasera, resulta que lo que hace falta en España es dilapidar el dinero que no tenemos –vivimos a crédito– en cacharritos de hierro para solaz de cuatro pirados que disfrutan con un arma en la mano. El nuevo enemigo, Vladímir Putin, es un holograma que a la industria armamentística le viene muy bien para fomentar su negocio. Un affaire que ya le otorga pingües beneficios desde que Ucrania y Gaza –o el Sahel, Sudán, el Congo, Somalia, Colombia, Yemen, Birmania…– se convirtieron en carne de cañón.

Quizá me equivoco y los servicios secretos de los países europeos, incluso Estados Unidos, saben algo de Rusia que nosotros desconocemos. Aun así, ¿qué sentido tiene armarse hasta los dientes con medios tradicionales –organizar la defensa por tierra, mar y aire– cuando el presidente ruso puede apretar el botón rojo nuclear y mandarnos al infierno en un segundo? Llevamos décadas escuchando la lamentable cantinela de que nuestro sistema de pensiones es insostenible, la sanidad pública va cuesta abajo desde la pandemia, el sistema educativo hace aguas en todas partes, de la Justicia mejor no hablar, el reto de la inmigración ilegal se ningunea como si no existiera, la falta de vivienda pública es ya insoportable… pero nuestro dinero –impuestos cada vez más altos– ha de ir a empresas multimillonarias americanas que fabrican juguetes bélicos. A ver cómo lo explica Sánchez y a ver quién se lo cree.