Vivir sin vivienda

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Los asentamientos chabolistas se extienden en Palma mientras estamos a la espera del desalojo de la antigua cárcel, en la que más de cien personas conviven con la suciedad y los peligros de incendio y derrumbe. ¿A dónde irán después? Porque incluso los que tienen trabajo o alguna clase de ayuda social no pueden pagar un alquiler. La amenaza de que los hijos acaben institucionalizados por no poder ofrecerles un techo decente también se cierne sobre algunas familias.

La cruda realidad es que el mercado inmobiliario especulativo avanza y se extiende a pasos cada vez más rápidos y firmes que las tímidas, insuficientes e ineficaces medidas institucionales sobre vivienda que son como un paracetamol para un enfermo de cáncer. Las instituciones del Estado están trufadas de normativas para no enfrentar el verdadero problema y, por si fallan, está la sumisión a las que se imponen desde la Unión Europea.

Se trata de todo un andamiaje para garantizar los intereses de un mercado financiero y ninguna voluntad de enfrentar a los especuladores ni de impedir que una necesidad tan básica para la vida y la dignidad de las personas se haya convertido en un negocio puro y duro que rinde enormes beneficios a unos pocos.

En distintas ciudades del Estado se preparan manifestaciones sobre el tema como respuesta ciudadana a tener en cuenta porque lo peor que puede suceder es que nos acostumbremos a ver como la clase trabajadora va siendo empujada a la indigencia y acabemos normalizando esta situación.