Lo ocurrido en la Casa Blanca no fue un simple encuentro diplomático. Fue un choque entre dos formas de entender el liderazgo: por un lado, el cinismo, la arrogancia y la cobardía de Donald Trump; por el otro, la valentía, el patriotismo y la dignidad de Volodímir Zelenski. Mientras uno juega a la política como un espectáculo para complacer a sus seguidores más radicales, el otro lucha día a día por la supervivencia de su nación, enfrentado a uno de los dictadores más peligrosos de nuestro tiempo: Vladímir Putin.
La invasión rusa a Ucrania, iniciada en febrero de 2022, ha dejado miles de muertos y millones de desplazados, en un conflicto que amenaza la estabilidad de Europa y del orden mundial. Es importante señalar que, si bien las raíces de esta agresión deben buscarse en la serie de incumplimientos del bloque occidental desde la caída del Muro de Berlín, en relación con la promesa de no expandir la OTAN hacia las antiguas repúblicas soviéticas, hoy no es momento de debatir esas circunstancias. Hoy toca posicionarse claramente al lado de Ucrania y de Zelenski, y condenar con firmeza la agresión rusa y el autoritarismo de Vladímir Putin.
Zelenski y Trump. ‘El País’. Brian Snyder (REUTERS)
DESDE EL INICIO de la invasión rusa en febrero de 2022, Zelenski ha demostrado lo que significa el verdadero liderazgo. En lugar de huir o rendirse, como muchos esperaban, permaneció en Kiev junto a su pueblo, liderando la resistencia contra un enemigo abrumadoramente superior en armamento y número. Con una determinación férrea, ha recorrido el mundo pidiendo apoyo para su país, no como un mendigo, sino como un jefe de Estado que sabe que su causa es la de todos aquellos que creen en la democracia y la libertad.
Y, sin embargo, cuando Zelenski puso un pie en la Casa Blanca, se encontró con algo peor que la indiferencia: el desprecio calculado de Trump y su vicepresidente. Se trató de una encerrona en toda regla, una emboscada política diseñada para debilitar su imagen y dar argumentos a aquellos que, en la extrema derecha estadounidense, creen que ayudar a Ucrania es un error. En vez de reconocer su valentía y reafirmar el compromiso de EEUU con la libertad, Trump se comportó como el típico populista sin principios: evasivo, condescendiente y ambiguo sobre su apoyo a Kiev.
No es de extrañar. Trump nunca ha ocultado su simpatía por los autócratas. Con Putin ha sido especialmente indulgente, llegando incluso a minimizar las atrocidades cometidas por el régimen ruso. Su visión del mundo no se basa en la defensa de los valores democráticos, sino en el oportunismo. Para él, Zelenski no es más que un obstáculo para su estrategia de manipulación política. Apoyar a Ucrania podría costarle el favor de ciertos sectores que ven con buenos ojos el expansionismo ruso y que están más interesados en debilitar a la OTAN que en defender la libertad.
Sin embargo, lo más indignante no es la actitud de Trump —ya sabemos lo que es—sino el daño que su comportamiento le hace a la causa de Ucrania. En un momento en que cada bala, cada misil y cada dron cuentan, la falta de claridad por parte de figuras clave en la política estadounidense envía un mensaje peligroso: el apoyo a Kiev no es unánime. Y eso, sin duda, es música para los oídos de Putin.
A PESAR de la prepotencia y la falta de respeto con la que fue tratado, Zelenski respondió con su ya característica educación y firmeza. Su comunicado posterior fue un ejemplo de cómo se enfrenta la adversidad con dignidad. Sin caer en provocaciones, dejó claro que Ucrania seguirá luchando, con o sin el apoyo de Trump y sus secuaces. No se trata solo de su país, sino de una batalla global entre la democracia y el autoritarismo.
Mientras unos juegan a la política con irresponsabilidad, Zelenski sigue demostrando que el verdadero liderazgo no se mide por la arrogancia, sino por el compromiso con la justicia. Y si el expresidente de EEUU y su séquito no pueden verlo, es porque hace mucho tiempo dejaron de creer en la libertad que dicen defender. Sin que se tome como pecado de vanidad, hoy yo me siento Zelenski.